En respuesta a "Buenos Aires: ¿libre de humo?
DESPUÉS DE LA CATÁSTROFE
Escena de la película Blade Runner
Lo que más se escucha por la calle es la tos. A veces, unos estornudos y algún sensible de oído probablemente escuche el restregar de las manos en los ojos, las respiraciones afanosas, los barbijos tocados levemente por el aire exhalado.
Lo que menos se ve, claro, es la ciudad. Muchos me dicen que es peor que una película de Dr. Jekill y Mr. Hyde, o que una ambientación de espectáculo de tango canyengue con mina de pollera con tajo hasta ahí. No sé; sí percibo la niebla marrón como salida de una película de culto. Vuelve y vuelve a mi memoria difusa, Blade Runner. Tal vez sea por un aspecto de la decadencia que empieza por el olor de fuego inútil.
Hace muchos años, en los setenta, me preparaba obcecada para el “después de la catástrofe”, leyendo The complete book of self sufficiency de John Seymour y me imaginaba en un valle del sur. Me acuerdo que con los compañeros de entonces, compartíamos la urgencia de preparar el futuro propio con una sobrevida saludable. Las catástrofes, ahora lo veo, llegan por los mismos caminos del Señor, que son inescrutables e infinitos.
En estos días me parece ver realizarse la pesadilla/espada de Damocles de aquel tiempo, y por las noches la respiración insuficiente me aviva un todavía leve temor con las formas de esa profecía.
Debe ser como dice mi amiga mexicana, el aire enrarecido confunde las ideas, las mezcla en una sola imagen gris topo o en frases que llegan como imágenes.
Por un lado me imagino que podríamos empezar a proponer una “canción ciudadana” muy ad hoc: Hay humo en tus ojos/ Smoke gets in your eyes cantada por Los Plateros para los que manyan algo de inglés.
Por otro lado me acuerdo continuamente de otra película que fui a ver con mi vieja a un cine enorme en una serie de presentaciones del recuerdo: Llegaron las lluvias, 1927.
Y en tercer lugar pienso con insistencia en las cortinas de humo metafóricas . Nada original. Sin embargo esas tres frases responden a una realidad, a un deseo y a una hipótesis, que me insisten en este borde de la conciencia y me lleva a enumerarlos y describirlos.
La realidad es que hay humo en vos lector de Buenos Aires: en vos, en él , en ellos… Hay humo en los ojos, en los pulmones. En las esquinas nocturnas y en las diurnas.
El deseo es que lleguen las lluvias, torrenciales, como en la India de los monzones, o en la Posadas subtropical de mis amores. Y que lleguen como quieran, con las pasiones de la película, con Greta Garbo o sin ella; así como en mi recuerdo, en blanco y negro, o en tecnicolor. Que lleguen para que apaguen las llamas, porque no hay bombero que apague los 300 focos, sobre el agua del bañado o el barro de las islas.
La hipótesis que resta ni siquiera es osada, y ya la habrá formulado más de un desocupado de café, de esos que fuman en medio del humo como Addy o Mariela mientras bajan ansiosas las escaleras de Puan. Mientras arde el campo, detrás de la cortina de humo que ocupa todos los canales, se van firmando acuerdos con los productores, buenos, malos, según la mirada, pero a los porteños la nube, con la magnífica técnica del mago: humo por aquí, humo por allá, no nos deja ver demasiado bien, ocupados como estamos por respirar mejor.
Me voy a escuchar de nuevo a los Plateros. They said someday you'll find/ All who love are blind/ Oh, when your heart's on fire/ You must realize/ Smoke gets in your eyeees… cof, cof. disculpen pero me falta un poco del Buen Ayre.