Fotografía de Peter Anderson.
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Olga Orozco, tras la muerte de su gata Berenice, escribió el libro "Cantos a Berenice", reafirmando la seducción que tantos artistas, escritores y poetas han tenido por los felinos, tan misteriosos y enigmáticos. Este es el canto XIV del libro.
Jugabas a esconderte entre los utensilios de cocina
como un extraño objeto tormentoso entre indecibles faunas,
o a desaparecer en las complicidades del follaje
con un manto de dríada dormida bajo los velos de la tarde,
y eras sustancia yerta debajo de un papel que se levanta y anda.
Henchías los armarios con organismos palpitantes
o poblabas los vestidos vacíos con criaturas decapitadas o fantasmas.
Fuiste pájaro y grillo, musgo ciego y topacios errantes.
Ahora sé que tratabas de despistar a tu perseguidora con efímeras máscaras.
No era mentira el túnel con orejas de liebre
ni aquella cacería de invisibles mariposas nocturnas.
Te alcanzó tu enemiga poco a poco
y te envolvió en sus telas como un disfraz e lluviosos andrajos.
Saliste victoriosa en el irreversible juego de no estar.
Sin embargo, aún ahora, cierta respiración desliza un vidrio frío por mi espalda.
Y entonces ese insecto radiante que tiembla entre las flores,
la fuga inexplicable de las pequeñas cosas,
un hocico de sombra pegado noche a noche a la ventana, no sé, podría ser,
¿quién me asegura acaso que no juegas a estar, a que te atrapen?
Olga Orozco.
Nació en La Pampa (1920) y murió en Buenos Aires (1999).
Fotografía de Hulya Ozkok. |