Katherine Mansfield

Katherine Mansfield (1888-1923). Escritora neozelandesa. 

Katherine Mansfield amaba la música y quiso dedicar su vida al cello; su padre no lo permitió. En cambio, si pasó gran parte de su tiempo escribiendo; sus cuentos son referente en el género y es considerada una de las mejores tejedoras de relatos en lengua inglesa. En septiembre de 2016, Gatopardo Ediciones publicó el libro del crítico literario italiano Pietro Citati titulado "La vida breve de Katherine Mansfield", quien enferma de tuberculosis murió a los 34 años. Luchó por su salud y escribió sobre el dolor físico en sus Diarios, de donde hemos tomado el siguiente fragmento: 

Bueno, Katherine, ¿qué entiendes por salud? ¿Y para qué la quieres?

Contestación: por salud entiendo la capacidad de vivir una vida completa, adulta, viva, activa, en estrecho contacto con lo que quiero, la tierra y sus maravillas: el mar, el sol. Todo lo que entendemos cuando decimos el mundo exterior. Quiero penetrar en él, ser parte de él, vivir en él, aprender de él, perder todo lo que es superficial y adquirido en mí, volverme un ser humano consciente y sincero. Al comprenderme a mí misma, quiero comprender a los demás. Quiero realizar todo lo que soy capaz de ser para poder ser (y aquí me he parado, he esperado inútilmente, una sola expresión dice lo que hay que decir) una hija del sol. Si uno habla del deseo de ayudar a los demás, de llevar una luz y otras aspiraciones semejantes, parece que uno mienta. Que baste esto. Ser una hija del sol.

Y luego quisiera trabajar. ¿En qué? Quisiera vivir de manera que me fuera posible trabajar con mis manos, mi corazón y mí cerebro. Quisiera tener un jardín, una casita, hierba, animales, libros, cuadros, música. Y de todo esto sacar lo que quiero escribir, expresar todas estas cosas. (Aunque tomara como personajes a cocheros de fiacre. Esto no importa.)

Pero la vida, la vida cálida, anhelante, viva, tener raíces en la vida, aprender, desear, saber, sentir, pensar, actuar. Nada que sea menos que esto es lo que quiero. A esto es a lo que tengo que tratar de llegar.

Estas páginas las he escrito para mí. Ahora voy a correr el riesgo de enviarlas a J... que haga lo que quiera con ellas. Así verá cuánto le quiero.

Y cuando digo: «tengo miedo», esta palabra no te tiene que inquietar, corazón mío. Todos tenemos miedo cuando estamos en casa del médico en una sala de espera. Sin embargo tenemos que pasar por ella, y en la sangre fría que consigue tener el que se queda reside toda la ayuda que nos podemos dar mutuamente...

Todo esto suena muy serio y arduo. Mas ahora que he luchado cuerpo a cuerpo con estos sentimientos ya no me parecen tal. Me siento feliz, en el fondo, muy en el fondo. Todo está bien.

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Leer sus cuentos es la mejor forma de conocer su visión de la vida y su enorme legado a la literatura.  También sugerimos –aunque aún no lo hemos leído– el libro que mencionamos líneas arriba: