¿De qué tamaño es Mercedes Sosa?

Mercedes Sosa
(9 de julio de 1935 - 4 de octubre de 2009)
Fotografía de Bernd Arnold


Escrito por Addy Góngora Basterra | @letranias
Publicado en Nexos

Un día como hoy hace cinco años, murió Mercedes Sosa.
Lo recuerdo porque yo estaba viviendo en Buenos Aires y me resulta inolvidable el ambiente de aquel domingo tras la muerte de esta cantante que tanto adoró el pueblo argentino. La gente se volcó a las calles llevando flores, chacareras y canciones. No se podía ser indiferente al acontecimiento.

De manera similar recuerdo la emoción que sentí el domingo 20 de mayo del 2007 cuando Gal Costa, cantante brasileña, dio un concierto en el Teatro Gran Rex, ahí sobre la célebre avenida Corrientes que el tango A media luz ha vuelto leyenda. El público se acomodaba en sus lugares. Hacía algunos momentos que Rafael mi amigo puertorriqueño, cómplice y compañero de cuanta aventura musical, cultural y gastronómica se nos antojara y yo habíamos llegado al teatro cuando inició de pronto una lluvia de aplausos. Miré el reloj y faltaban varios minutos para que Gal saliera a prodigar su voz. El telón aún estaba en su lugar. La gente se puso de pie sin dejar de lado esa ovación improvisada. Nos asomamos a ver qué ocurría estábamos en el segundo piso del teatro y entonces ahí estaba Mercedes Sosa avanzando por el pasillo hacia su butaca agradeciendo con la mano en alto y con un Gracias, gracias que por la distancia no se escuchaba pero que no era difícil adivinar. Te queremos Negra, le gritó alguno.

De ese tamaño era Mercedes; del tamaño del amor y admiración que personas anónimas le arrojaban a gritos sin violencia. Era del tamaño de una ovación que no cabe en las manos; ovación de esas que hacen que acabes con las palmas ardidas, de esas en las que se vuelve eufórica una nación en agradecimiento a canciones que hicieron de este mundo un lugar mejor.

Pero esa no fue la primera vez que vi a la Negra. Dos años antes dio un concierto en un parque por el que atravesé Buenos Aires una tarde de sábado con la misión de escucharla. El evento fue al aire libre, sobre un pasto; había frío y mucha gente.  Su voz nos dio calor, nos movió el cuerpo, cantamos con ella, nos apretujamos unos contra otros, conocidos y desconocidos, como un rebaño que encuentra consuelo y abrigo con la cercanía del otro. Aunque nunca nos habíamos visto, los que estábamos ahí éramos algo parecido a amigos recién descubiertos, todo por el simple hecho de estar ahí convocados por la mujer del escenario que cantaba sentada porque ya le costaba trabajo estar de pie y caminar. Algo similar debíamos tener en el alma para acudir en esa tarde de invierno a escucharla cantar, entre mate y mate. Haberla visto de lejos pero tan cerca de mí es una imagen/sensación que todavía me acompaña.

Años después el rostro de Mercedes Sosa con una sonrisa estuvo en varios puntos de la capital porteña en el afiche que le daba publicidad al disco doble Cantora, álbum en el que compartió su voz y sus canciones con intérpretes tan diversos como Lila Downs y Shakira, Calle 13 y María Graña, la Sole, David Lebón, Joaquín Sabina, Spinnetta, Jorge Drexler, Teresa Parodi, Julieta Venegas y Gustavo Cerati, tan sólo por decir algunos.

Quizá el mejor de los encantos de la música y de sus intérpretes es que nos marcan la vida. Son otra forma de los recuerdos y de la nostalgia. Mercedes marcó mi adolescencia desde la primera vez que oí su voz en la cocina de la familia López Carrillo en Coatzacoalcos; en los viajes en carretera con la música a todo volumen; mis andanzas con audífonos; las noches de bohemia con guitarra, amigas y un sacerdote que exigía sus canciones como quien muere de sed y pide de beber.

¿De qué tamaño era Mercedes Sosa? ¿Cómo se mide a alguien sin tiempo y sin fronteras? Ni básculas ni flexómetros ni termómetros ni la venta de boletos en taquilla. ¿Cómo se mide la vida de alguien, su talento, su legado? ¿Cómo se mide lo que una voz nos ha dejado a tantos?

Tal vez Mercedes Sosa es del tamaño de las personas que seguimos viendo, queriendo, escuchando.