Nota e imagen tomada de la Revista Ñ
ESCENARIOS Música 11/01/11 - 08:50
Con Sara Facio se conocían desde hacía 60 años, convivían hacía poco más de 30. Recién hace dos años, en su último libro, Walsh se animó a hablar de su relación con la fotógrafa. “Ella es más que una parte de mi vida”, escribió Facio el año pasado, a pedido de “Clarín”. Pintura de un vínculo cuidado que no necesitó estridencias públicas.
Retrato de María Elena Walsh, según la mirada y el talento de su compañera Sara Facio.
Sobre su fotografía intervino la imagen con pintura.
De haberlo leído alguna vez, nada le debe haber gustado, seguramente. Por la dureza sonora de la palabra, por la privacidad innecesariamente ventilada. Lo cierto es que la Wikipedia -esa suerte de radiografía de obra y alma que informa desde Internet- anuncia, en una ficha técnica, que María Elena Walsh era “conyuge” de Sara Facio, entre 1978 y 2011. Lo mísmo, pero invertido, detalla en la página sobre Facio, sintetizando un vínculo que ellas supieron construir al margen de los rótulos.
Sesenta años de conocidas, más de 30 de convivencia. Una vida compartida. Una elección que jamás ameritó que nadie explicara nada. Se mostraban juntas cuando querían, como querían. Se querían.
Y fue María Elena quien, hace poco más de dos años, decidió correrle el velo a la relación, más en un gesto de compartir que de develar, casi un agradecimiento a voces por la lealtad y el cuidado de los últimos años. O simplemente por tanto amor. Y entonces escribió en su novela autobiográfica, ‘Fantasmas en el parque’ -su último libro, publicado en 2008-, que la fotógrafa era “ese amor que no se desgasta, sino que se transforma en perfecta compañía”.
La confirmación, de puño y letra, provocó un movimiento en el medio, generado sin embargo lejos de la provocación. Y la llevó a tener que hablar sobre el tema en entrevistas previas y posteriores al lanzamiento del libro, con el peso de cuánto ella detestaba dar entrevistas. Y hacer pública su vida privada.
No solía hacerlo ni una ni la otra. Se sabía que vivían juntas en un precioso departamento de Barrio Norte, en el que oficiaban de grandes anfitrionas, rodeadas de los libros de una, de las imágenes de la otra. Y casi como una amalgama perfecta de las dos cosas, ahí estaba, está, ‘Retrato(s) de una artista libre’, el libro que editó Facio sobre su compañera, ésa a la que sólo ella sabía -o podía, en una especie de condición aceptada- retratar. Un síntoma del cuidado del otro, sin más palabras que el silencio de una foto. O lo mucho que dice una foto.
“Ella es más que una parte de mi vida. Todo en ella es poesía, hasta cuando habla es poesía, es de una ocurrencia sin parangón. Como artista creo que es un ser único”, escribió Facio el año pasado, a pedido de Clarín (publicado el 31 de enero), a cuento de los 80 años que estaba por cumplir María Elena. Y compartió, a modo de testigo de su cotidianidad, que “tiene momentos melancólicos, que son parte una personalidad sensible, pero vive leyendo y escuchando música, desde que se levanta hasta que se acuesta (...) Siempre fue muy ajena al autobombo. Es la única persona que conozco de todas las esferas del arte a la que no le gusta promocionarse. Me costó mucho trabajo convencerla para hacer su biografía fotográfica”.
Honda conocedora del juego de las palabras, María Elena Walsh se ufanaba, como en una sutil carta de presentación, de que “el secreto es un estilo”. Y se definía como “inglesa y pudorosa”, secretos y pudores que uno sólo comparte con alguien que es mucho más que un cónyuge.
ESCENARIOS Música 11/01/11 - 08:50
Con Sara Facio se conocían desde hacía 60 años, convivían hacía poco más de 30. Recién hace dos años, en su último libro, Walsh se animó a hablar de su relación con la fotógrafa. “Ella es más que una parte de mi vida”, escribió Facio el año pasado, a pedido de “Clarín”. Pintura de un vínculo cuidado que no necesitó estridencias públicas.
Retrato de María Elena Walsh, según la mirada y el talento de su compañera Sara Facio.
Sobre su fotografía intervino la imagen con pintura.
De haberlo leído alguna vez, nada le debe haber gustado, seguramente. Por la dureza sonora de la palabra, por la privacidad innecesariamente ventilada. Lo cierto es que la Wikipedia -esa suerte de radiografía de obra y alma que informa desde Internet- anuncia, en una ficha técnica, que María Elena Walsh era “conyuge” de Sara Facio, entre 1978 y 2011. Lo mísmo, pero invertido, detalla en la página sobre Facio, sintetizando un vínculo que ellas supieron construir al margen de los rótulos.
Sesenta años de conocidas, más de 30 de convivencia. Una vida compartida. Una elección que jamás ameritó que nadie explicara nada. Se mostraban juntas cuando querían, como querían. Se querían.
Y fue María Elena quien, hace poco más de dos años, decidió correrle el velo a la relación, más en un gesto de compartir que de develar, casi un agradecimiento a voces por la lealtad y el cuidado de los últimos años. O simplemente por tanto amor. Y entonces escribió en su novela autobiográfica, ‘Fantasmas en el parque’ -su último libro, publicado en 2008-, que la fotógrafa era “ese amor que no se desgasta, sino que se transforma en perfecta compañía”.
La confirmación, de puño y letra, provocó un movimiento en el medio, generado sin embargo lejos de la provocación. Y la llevó a tener que hablar sobre el tema en entrevistas previas y posteriores al lanzamiento del libro, con el peso de cuánto ella detestaba dar entrevistas. Y hacer pública su vida privada.
No solía hacerlo ni una ni la otra. Se sabía que vivían juntas en un precioso departamento de Barrio Norte, en el que oficiaban de grandes anfitrionas, rodeadas de los libros de una, de las imágenes de la otra. Y casi como una amalgama perfecta de las dos cosas, ahí estaba, está, ‘Retrato(s) de una artista libre’, el libro que editó Facio sobre su compañera, ésa a la que sólo ella sabía -o podía, en una especie de condición aceptada- retratar. Un síntoma del cuidado del otro, sin más palabras que el silencio de una foto. O lo mucho que dice una foto.
“Ella es más que una parte de mi vida. Todo en ella es poesía, hasta cuando habla es poesía, es de una ocurrencia sin parangón. Como artista creo que es un ser único”, escribió Facio el año pasado, a pedido de Clarín (publicado el 31 de enero), a cuento de los 80 años que estaba por cumplir María Elena. Y compartió, a modo de testigo de su cotidianidad, que “tiene momentos melancólicos, que son parte una personalidad sensible, pero vive leyendo y escuchando música, desde que se levanta hasta que se acuesta (...) Siempre fue muy ajena al autobombo. Es la única persona que conozco de todas las esferas del arte a la que no le gusta promocionarse. Me costó mucho trabajo convencerla para hacer su biografía fotográfica”.
Honda conocedora del juego de las palabras, María Elena Walsh se ufanaba, como en una sutil carta de presentación, de que “el secreto es un estilo”. Y se definía como “inglesa y pudorosa”, secretos y pudores que uno sólo comparte con alguien que es mucho más que un cónyuge.