Rubén Blades

Mucho aprieta


Rubén Blades
© Fotografía de Eric Robert
Fernando Figueroa
El Universal
Domingo 16 de agosto de 2009
showbis@eluniversal.com.mx

Inabarcable, a los 61 años Rubén Blades aún pertenece a las grandes ligas de la salsa, género musical en el que alcanzó la cumbre con Willie Colón, al igual que con Fania All Stars y con su grupo Seis del Solar. Con este último se presentará el 10 de septiembre en el Auditorio Nacional y un día después en Guadalajara, como parte del tour Todos vuelven. Además trae el disco Cantares del subdesarrollo, que grabó en el garaje de su casa tocando él mismo varios instrumentos.

El 30 de junio pasado, Blades finalizó su labor como ministro de Turismo de Panamá, luego de cinco años en ese puesto. En 1994 había sido candidato a la presidencia por el Movimiento Papa Egoró (Madre Tierra), que él mismo había fundado, y obtuvo 17.1 % de los votos. También ha participado como actor en el cine y la televisión de Estados Unidos, aunque generalmente “haciendo papeles en los que me terminan matando”.

Estudió Derecho en su país y una maestría en Harvard, pero durante su infancia y adolescencia se nutrió de la cultura popular mexicana.

—Supongo que vio mucho cine mexicano en su juventud, ¿no es así?

—Vi todo lo de Sara García, Andrés Soler, Pedro Armendáriz, María Félix, Pedro Infante. Los cómicos: Cantinflas, Tin Tan, Clavillazo. En la televisión: Los Polivoces, Raúl Astor, Viruta y Capulina. Oíamos mucho a Enrique Guzmán y César Costa: “Me fui de viaje para ver si así…” (canta entre risas).


—¿Le gustaría haber compuesto alguna canción de Manzanero?

—¡Todas! La primera que escuché fue “Esta tarde vi llover” y me pareció fantástica. Antes que él, en Panamá eran una institución personajes como Agustín Lara y Pedro Vargas. Me nutrí de eso pero tenía que hacer algo propio, así que elegí la salsa urbana con mensaje social.


—¿Qué personaje histórico le atrae?

—Zapata es la encarnación del ideal total: el campesino que surge de la masa, que destaca en la lucha contra la opresión y regresa a su tierra a morir en circunstancias especiales. Juárez también es muy atractivo, lo mismo que Cárdenas con su argumento nacionalista.


—¿Fue difícil encarnar a Diego Rivera en la película Cradle Will Rock?

—Leí varios libros que tenían que ver con él porque no quería hacer una bufonada. Siempre es difícil interpretar a un personaje de ese tamaño.


—¿Por qué llega usted a la cartera de Turismo de Panamá y no a otra?

—Así lo decidió el presidente Martín Torrijos. Primero pensé en manejar el asunto de las prisiones. En toda Latinoamérica las cárceles son algo lamentable; no puedes rehabilitar lo que nunca fue habilitado. Trabajé con presos desde el tercer año de mi carrera de Derecho en Panamá y hasta la tesis.


—¿Con usted no aplica “El que mucho abarca, poco aprieta”?

—No, cuando aprieto, aprieto bien.


—¿Era carnada para los “paparazzi”?

—No era nada atractivo, porque saliendo de la oficina me iba a mi casa. No frecuento los bares.


—¿El poder es afrodisíaco?

—Para mí no fue afrodisíaco, sino una responsabilidad abrumadora.


—¿Va a escribir su autobiografía?

—Creo que sí la voy a hacer, sólo necesito tiempo. Espero vivir muchos años, pero es claro que, a los 61 años, tengo más pasado que futuro.


—¿Hace cuánto que no se sube a un Diablo Rojo (microbús panameño con chofer que maneja como demonio)?

—Ja, ja, ja. Hace como un año.


—¿Cuánto cuesta?

—Ahora mismo: 25 centavos.


—¿Trocaría un Grammy por un Oscar?

—No creo, porque entonces no hubiera experimentado el placer de hacer los discos. El álbum de más éxito de Willie Colón y mío fue Siembra y no ganó Grammy.


—¿Se cambiaría por Mariano Rivera (pitcher de los Yanquis)?

—Ja. No me cambiaría por nadie.


—¿El béisbol es su deporte favorito?

—Sí, pero practiqué el basquetbol.


—Platíqueme de la canción “Segunda mitad del noveno”, de su nuevo disco.

—Es una alegoría del juego de pelota cuando la situación se pone difícil. Estamos en la segunda mitad del noveno y nadie sabe qué hacer. También es una alerta para no idealizar los supuestos tiempos dorados. Los años 50 no eran tan bellos para todo mundo, sobre todo si eras indígena, negro, mujer o minoría.


—¿Nadie le ofreció dinero sucio como ministro de Turismo?

—Jamás. Y a la gente que trabajaba conmigo les decía que si alguien les ofrecía una coima me lo reportaran. Solía decirle a los empresarios: “Agradecemos su interés en nuestro país, pero la felicidad suya como inversionista no se va a obtener con la infelicidad de la gente de mi país”.