¿Quién me regala un sombrero de estos?

Cuando en 1927 Alfonso Reyes llegó a Buenos Aires como embajador de México, el movimiento cultural que se desplegó a su paso fue todo un acontecimiento. Entre las muchas bienvenidas que tuvo —almuerzos, cenas, discursos, todos ellos encabezados por grandes personalidades de su tiempo— hay un poema en especial que me gusta pues está lleno de estampas mexicanas, de movimiento, de color, escrito por el poeta argentino Baldomero Fernández Moreno.


© ML Sinibaldi


Salutación a Alfonso Reyes



Si yo fuera mexicano
y hubiera usado un sombrero
de esos que se abren en punta
y se abren en amplio ruedo;
de esos que echados atrás,
con la cinta por el cuello,
fingen aureolas de santo,
o un sol que fuera saliendo;
o que arrojados al campo,
desde el caballito tieso,
podrían servir de tienda
a un ceñido guerrillero;
de esos en cuyas alas,
en verbenas y jaleos,
más de un baile de colores
pespuntearon pies pequeños,
cuando fuera por el mundo
me llevaría uno de ellos,
y en mis trances melancólicos
me lo pondría un momento,
seguro que a su contacto,
caricia, perfume, alero,
yo sentiría en mi frente,
marchita por el recuerdo,
la patria toda lejana,
con su tierra y con su cielo.

Y un oleaje de puntillas,
y un sonoro taconeo,
y unas piernas incansables,
mitad carne y mitad nervio,
y una cintura flexible,
y un rostro, tal vez, moreno,
la boca, palabra y miel,
los ojos, palabra y fuego:
hecha, la patria, mujer,
la mujer hecha deseo.

Puede ser que a Alfonso Reyes,
algo le ocurra de esto
y en sus cofres diplomáticos
se arrugue un sombrero de esos
que, cuando se sienta triste,
le acorra con el remedio.

¡Que mientras se encuentre aquí,
no eche de menos a México,
porque no se ponga nunca
su sombrero!