En Buenos Aires, una noche, después de tocar el último de cuatro conciertos que ofrecí en el Luna Park, íbamos en el coche camino de un restaurante para cenar y notamos que nos perseguían implacablemente. Le dije a mi chofer que, por favor, hiciera algo, y paramos en un semáforo.
El tipo que me perseguía se puso a nuestro lado, asomó la cabeza y sacó a un niño por la ventanilla, al modo de Michael Jackson con sus hijos en Alemania. Bajé la ventanilla y me dijo: "Mira. Se llama Joaquín". Entonces arrancamos y al parar en el siguiente semáforo me enseñó de la misma forma a una niña, y dijo: "Se llama Sabina".
El tipo que me perseguía se puso a nuestro lado, asomó la cabeza y sacó a un niño por la ventanilla, al modo de Michael Jackson con sus hijos en Alemania. Bajé la ventanilla y me dijo: "Mira. Se llama Joaquín". Entonces arrancamos y al parar en el siguiente semáforo me enseñó de la misma forma a una niña, y dijo: "Se llama Sabina".
Tomado del libro "Sabina en carne viva".