Arquitectura literaria: Günter y Galeano


El escritor alemán Günter Grass y Eduardo Galeano, escritor uruguayo.


Por Addy Góngora Basterra.
Publicado en el Diario de Yucatán.

Recibo, al despertar, la noticia coincidente de la muerte de Eduardo Galeano y Günter Grass. ¿Habrá un tercero? Dicen que cuando se mueren dos, se mueren tres.

Le tengo a Galeano un especial afecto que raya en la nostalgia. Primero porque su libro “Las venas abiertas de América Latina” me acompañó desde el primer semestre en la universidad y, segundo, porque fue el primer autor que compartí en el blog Letranías. Tomé de su libro “Bocas del tiempo” dos textos con los que inauguré el blog el jueves 27 de septiembre del 2007 y que pueden leerse dando clic aquí.

Estos finales me han hecho pensar en lo que debe comenzar y en lo que ya está encaminado, en la generación que nació en los ochentas —a la cual pertenezco— y que ahora está en edad creativa y productiva, que no es lo mismo aunque parezca igual. ¿Cuál es el papel de los que ahora andamos por los treinta y tantos años? Unos tienen hijos… otros buscamos concebir algo diferente. Sé que el papel que quiero está en mi departamento, sobre el escritorio; tiene anotaciones, palabras tachadas, otras escritas al margen. Es, en realidad, varios papeles que tienen extensión en un archivo digital. Ese es el papel que quiero. Una novela que empecé y quiero acabar. Quizá la misión de los que tenemos el anhelo de contar sea darle continuidad a lo que otros empezaron: el oficio de narrar. Sé que lo que digo es ambicioso. Incluso puede ser tomado como arrogante. Pero debo creer en lo que amo, pretendo y quiero para mi vida. Escribir es algo serio y un oficio no precisamente divertido. Es compromiso absoluto con uno mismo, un acto de disciplina para el que no basta el talento.

Una cosa es escribir en un blog lo que se piensa y otra es trabajar, de veras trabajar, una historia; escribir y reescribir lo que uno siente; crear, formar y crecer un personaje, entramarlo con otro(s), darle entorno, una ciudad, un hábito, una pasión, un nombre propio y el nombre de alguien más para amar, para odiar, para acompañar.

Conozco a una arquitecta yucateca que diseña y dirige los sueños de otros cuando de construir una casa se trata. ¡Cuánto admiro y cómo me gusta lo que hace! He estado en varios hogares que ha imaginado y hace un par de meses conocí uno que en próximos días entregará. Me fascinan las dimensiones, materiales, recursos y espacios que habitan la mente de los arquitectos, profesión donde lo intangible se hace realidad. Pensar que las líneas de un papel sean un espacio habitable me resulta mágico. Con la literatura pasa al revés. Alguien construye un mundo y se lo da a otros para que esa historia entre a habitar la vida de quien lee.

A propósito de esto último, leí hace unas horas en el portal de ABC.es el siguiente párrafo con palabras de Günter Grass:

El libro volverá a ser subversivo. Y se encontrarán lectores para los que los libros sean un medio de supervivencia. Veo ya niños, hartos de televisión y aburridos de juegos informáticos, que se aíslan con un libro y se abandonan a la atracción de la historia narrada, se imaginan más de cien páginas y leen algo muy distinto de lo que aparece en letras de imprenta. Porque eso es lo que caracteriza al ser humano. No hay espectáculo más hermoso que la mirada de un niño que lee. Totalmente perdido en ese contramundo metido entre dos tapas, sigue estando presente, pero no quiere que lo molesten.

Los que escribimos ¿podemos darle al alma un mejor lugar para vivir, a través de los libros, como los arquitectos lo logran para los cuerpos, con sus construcciones? Galeano, por algo, fue un autor tan leído y querido. ¿Qué pueden hacer los autores —y los que queremos ser autores—para aliarse a la tecnología y fomentar el espectáculo hermoso de la mirada de la que Grass habla? Encaminarnos por la senda creativa y el mundo editorial que dista de ser alfombra roja; leer, escribir y publicar es, supongo, la respuesta. Como dicen los brasileños: ¡Vamos lá! o fusionando inglés y maya Let´s koóx. El movimiento se demuestra andando.

De pilón


"La uva y el vino", de Eduardo Galeano.

Un hombre de las viñas habló, en agonía, al oído de Marcela. Antes de morir, le reveló su secreto:
—La uva, le susurró, está hecha de vino. 
Marcela Pérez-Silva me lo contó, y yo pensé:
Si la uva está hecha de vino, quizá nosotros somos las palabras que cuentan lo que somos.