Escrito por Addy Góngora Basterra | @letranias
Publicado en el Diario de Yucatán.
Con la algarabía de quien quiere gritar a los cuatro
vientos que conoció a
alguien fuera de serie y con la prisa de que todo el mundo conozca a esa
persona, así ando
con la urgencia de compartir mi fascinación por el libro que compré el domingo y que esa misma noche empecé
a leer. No sé si tanto asombro o el carajillo que bebí
por la tarde —o las dos cosas— provocaron que no pudiera dormir sino hasta las cinco de la
mañana del
lunes. A saber: la emperatriz Carlota y Maximiliano de Habsburgo, en la pluma
de Fernando del Paso (Ciudad de México, 1935), fueron desvelo que en librerías se puede conseguir bajo el nombre
de “Noticias
del Imperio” (1986).
El carajillo, casi cualquier restaurante.
No pudo haber mejor fecha que un 27
de julio para empezar a leer esta historia, porque —sin que yo lo supiera al momento de
iniciar el libro— el 27
de julio de 1857 Carlota y Maximiliano se casaron. Me gusta la coincidencia de
haber caído —157 años después a esa tarde nupcial en la iglesia gótica de Gúdula, Bruselas—
al monólogo de la emperatriz loca de amor y cordura tras el
fusilamiento de su amor irremplazable… “Cuando me pongo a recordar todo eso,
Maximiliano, me parece mentira que hayan pasado tantos años y que hayan llegado y se hayan ido
todos esos días que
parecía que
nunca iban a llegar. Porque, ¿sabes otra cosa, Maximiliano? Todos los días llegan alguna vez, aunque no lo
creas y aunque no lo quieras y por más lejanos que parezcan”, leo en el inolvidable primer capítulo.
Me sumergí en la narrativa de Del Paso gracias
a un amigo argentino de ojos claros, quien al separarse definitivamente de quien
amó, envió a sus amigos un fragmento de “Palinuro de México” anunciando la ruptura y diciendo que no había mejor forma para que otros
entendieran lo que él
estaba sintiendo. Fue una manera simbólica de despedirse y para mí una invitación, porque corrí a la librería por un ejemplar:
Hacíamos el amor
compulsivamente.
Lo hacíamos deliberadamente.
Lo hacíamos espontáneamente.
Pero sobretodo, hacíamos el
amor diariamente.
O en otras palabras, los
lunes, los martes y los miércoles hacíamos el amor invariablemente.
Los jueves, los viernes y los
sábados, hacíamos el amor igualmente.
Por último los domingos,
hacíamos el amor religiosamente.
O bien hacíamos el amor por
compatibilidad de caracteres, por favor, por supuesto, por teléfono, de primera
intención y en última instancia, por no dejar y por si acaso, como primera medida
y como último recurso.
Hicimos también el amor por
ósmosis y por simbiosis: a eso le llamábamos hacer el amor científicamente.
Pero también hicimos el amor
yo a ella y ella a mí: es decir, recíprocamente.
(…)
También lo hicimos de pie y
cantando, de rodillas y rezando, acostados y soñando.
Y sobre todo, y por la simple
razón de que yo lo quería así y ella también, hacíamos el amor voluntariamente.
Muchas veces me he preguntado cómo es posible que este autor
fundamental de la literatura mexicana no sea lectura obligada en escuelas y
universidades si, por ejemplo, hace siete años un grupo de escritores convocados por la revista Nexos,
eligió a “Noticias del Imperio”
como la mejor novela mexicana de las últimas décadas. Pero sobretodo me pregunto… ¿cómo es posible que no le hayan dado a Fernando del Paso ni
el Premio Nobel ni el Premio Cervantes por estas novelas —además de su poesía, ensayos y teatro— que conforman un tríptico con “José Trigo”
(1966)?
Fotografía del 2007, año en el que Fernando del Paso recibió el Premio de Literatura de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Lo acompañan Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. Foto: Isaac Esquivel / Cuartoscuro. |
La escritura de Fernando del Paso tal
vez no resulte para muchos lectura sencilla. Me incluyo. Su erudición está presente en cada línea. Leyéndolo he aprendido mucho y he tardado en sus páginas porque acudo al diccionario y
la enciclopedia en varios momentos. Además, su destreza y creatividad es una extravagancia en la que
el lenguaje se llena de juegos, tiempos, personajes, frases, descripciones y años de investigación que derivan en diamantes
literarios. Por esto mismo, al leerlo sucede lo que a uno de los personajes de “Palinuro de México” al ponerse un chaleco con virtudes mágicas: "Cuando te lo pones, te
pones la elocuencia y la cultura, te vuelves ventrílocuo de corazón y cambian todos tus puntos de
vista, la forma en que ves la vida y hasta tu manera de andar y hablar”.
Los libros marcan momentos de nuestra
existencia así como a
veces nosotros dejamos marcas en ellos para saber en qué
página
está tal o
cual episodio. Hay quienes llevan el registro de su vida por las canciones de
moda, sus amantes, sus mascotas. Yo llevo el registro de la mía por las páginas que he
leído. Así Fernando del Paso acompaña y marca mis días con su sabiduría, su vocabulario, con su amor por la historia y por México, esta tierra mía que en sus novelas rezumba y va
resonando.
@letranias