"Punto de no retorno" de la fotógrafa israelí Tatyana Druz. |
Escrito por Addy Góngora Basterra.
Publicado en el Diario de Yucatán.
I
Hace días me persigue una imagen de
Tatyana Druz, fotógrafa israelí. Me persigue no solamente por el impacto visual
que me provocó al aparecer de pronto en mi monitor: me persigue por lo que me
hizo sentir cuando reparé en el nombre de la obra: “Punto de no retorno”. He
llevado esta fotografía en la memoria como el estribillo de una canción. Esos
cuerpos… ese abrazo… ese pie que ya no se sostiene… la caída inminente. Él ya
no puede echarse hacia adelante; ella no puede volver el cuerpo atrás. Caen
juntos, se desploman en un abrazo a blanco y negro al que cada uno de nosotros
le atribuye significado.
II
La vida es sucesión de momentos irreversibles, instantes que nos definen y nos cambian. Las últimas
semanas he compartido cuatro horas diarias con un grupo de estudiantes que
eligieron “Historia del Arte” como curso de verano. Una de las alegrías de la
docencia es testificar que los alumnos, al llegar, desconocen cierto tema y, al
irse, salen con nueva dosis de conocimiento. La educación y el aprendizaje son,
la mayoría de los casos, actos que progresan y gratifican. Hay datos, fechas y
nombres que viven en la memoria y hay otros que, simplemente, no se pueden
olvidar. No es lo mismo, aunque parezca igual. La educación tiene cierta
semejanza al enamoramiento. No podemos regresar al lugar en el que estábamos
cuando “no sabía”… cuando… “no te conocía”…
III
Entre 1875 y 1877, José Martí, viajero
y escritor cubano, estuvo en México y conoció Jolbós, lugar en el que yo he
estado algunas veces pero que pronuncio diferente: Holbox. Esto lo sé porque lo
leí hace unos años en un libro de la Biblioteca Ayacucho que reúne textos de
José Martí en el volumen titulado “Nuestra América” (1977), como su famoso ensayo.
Lo que Martí y yo vimos en ese giro de tierra es, pese a siglos de distancia,
lo mismo: “Viniendo de Progreso a la Isla de Mujeres, se pasa muy cerca de
Contoy. Jolbós es un pueblecillo de pescadores, mucho menos importante que la
isla, frecuentado solamente por cayucos o canoas pequeñas, que allí hacen el comercio de tortugas y cazones (…) Consiste la riqueza de Jolbós, la mayor riqueza allí posible, en una milpa, una casa en
el puentecillo y una o dos canoas. Ahí se reúne en una misma mano al productor,
al consignatario y al comerciante”. Bien que lo cantamos en “Guantanamera”:
Martí fue un hombre sincero de donde crece la palma.
IV
Las noticias me han hecho imaginar a
Holbox no como el paraíso en el que he sido feliz, sino como a esa pareja sin equilibrio
que está a punto de caer del trampolín. Quienes hemos estado ahí sabemos lo que
es esa isla. En esta era globalizada nos gusta Jolbós así como es, así como
está, rincón de mar al que podemos ir para escapar del mundo. Cuántos de
nosotros hemos construido ahí buenos momentos, quién no ha soñado con vivir
ahí, entre caminos de arena, carritos de golf y bicicletas; cuántos, que nunca
han ido, sueñan con conocer su leyenda. En redes sociales se lee a quemarropa
que somos varios los que no queremos a empresarios construyendo un complejo
turístico. Nos gusta el ritmo de la isla con cabañas a la orilla del mar, casas
modestas, palapas, perros andando sin correa, gente en libertad sin necesidad
de franquicias ni gasolineras ni grandes cadenas. ¿Cómo proteger la tierra del
interés económico? ¿Hay algo que podamos hacer para que Holbox no pierda su
encanto? ¿Qué puede hacer alguien que escribe y canta… alguien que ahí ha sido
feliz leyendo, durmiendo, saboreando, queriendo y dejándose querer, disfrutando
un atardecer, una mañana de pesca, inolvidables palabras de amor, el tamaño
impresionante del tiburón ballena? Quisiera tener furia de mar y
empujar a Holbox hasta un punto donde su gente y su riqueza estén a salvo. En
Tatyana Druz “Punto de no retorno” es una bella metáfora de la vida… mas no para Holbox, reserva natural, joya ecológica, premio y paraíso para
días de amor y descanso.
Twitter: @letranias