La vida preestablecida por el género


Fotografía de © Hartmut Loebermann


Por Addy Góngora Basterra. 


Niño-Niña, éste es el relato que te acompañará toda la vida.

Eres tan sólo un deseo, Niña-Niño. No eres célula aún y los demás ya buscan, ya sueñan ya proyectan la vida que tendrás, hembra varón, hablan de ti como si te conocieran, varón hembra, huesos y carne serás. Sangre serás. El sexo determinará tus días. Bastará que otros conozcan esa breve parte de tu cuerpo para sembrar expectativas y decidir lo que creerán mejor para tu vida.

Ahora, al mundo que vendrás, Niño-Niña, es urgente saberlo todo y todo puede hallarse en una página web. Vivimos en la era donde hay un click entre la duda y el saber. Basta pulsar enter o dar un golpecito con el dedo índice sobre una pantalla para salir de la ignorancia ¡Plop! como palomitas en el sobre que se hincha dentro del microondas, estalla el conocimiento en los cerebros: bienvenido al siglo de lo instantáneo.

Pero tú, Niña-Niño, no eres fuente que se encuentre en internet. Tu sexo pequeño, Niña-Niño, sólo puede detectarse a través del eco de luz de un transductor espiando el vientre donde duermes. ¡Ahí están los genitales! dice una voz que anuncia la bienaventuranza del arribo de Niña-Niño a la pareja que tanto deseaba que fueras Niña-Niño. ¡Al fin! dice la madre, ¡Al fin! exclama el padre. Y el mundo familiar se llena de bonanza porque han sido escuchadas las plegarias: ya viene a casa Niña-Niño, pequeña vida tan deseada.

Entonces dará inicio, Niña-Niño, la peregrinación hacia el nombre con el que tu mundo te identificará; el nombre bajo el que alguien parecido a ti, Niña-Niño, te amará; el nombre con el que irás a la escuela y con el que irás a trabajar; el nombre que aparecerá en actas, sobres, documentos de identidad, periódicos, páginas de internet, el nombre con apellido, Niña-Niño, que te echará a rodar por ciudades y países en los que te cuestionarás y reiventarás.

Ese es el comienzo del porvenir, Niña-Niño: el ultrasonido. Esa visión determinará el camino que cumplirás ¡será hembra varón! Así, los que han empezado a amarte sin que tú lo sepas, podrán llegar a ti con un obsequio acorde al sexo que el doctor develó. En esta vida todo tiene su color: banderas, polos, géneros.

Hasta que un día, Niño-Niña, lloras a la vida.

En torno a ti y a tu sexo recién nacido se abre la vida establecida para el género en el que tu cuerpo encaja. Pero crecerás, Niño-Niña, y varias veces te preguntarás si tu cuerpo encaja en el género que la sociedad te otorga. Pero vivirás, Niño-Niña, y varias veces te dolerá la vida establecida para el género en el que no encajas.

Como tienes pocos años y aún no piensas —¿de verdad no se piensa? ¿será posible que al crecer todos experimentemos la tristeza de olvidar para sobrevivir en una sociedad que nos contagia su amnesia?—, los adultos decidirán por ti. Te vestirán como Niño-Niña se viste, porque hay prendas que Niña-Niño no se debe poner, eso es de Niño-Niña. Jugarás los juegos que sólo están permitidos para Niña-Niño, porque Niño-Niña no debe jugar con muñecas y porque Niña-Niño no debe jugar con soldados. Tú, Niño-Niña, no lo comprenderás, pensarás… ¿qué tiene de malo si a Niña-Niño le gustan los soldados, qué tiene de malo si a Niño-Niña le gusta cocinar? Será ironía, Niño-Niña, porque para ti no existe el concepto de “maricón” ni “marimacho”, pero será algo, Niña-Niño, que te dolerá al escuchar con los años.

A la gente estas palabras se les han instalado en los labios y las sueltan como disparos.

Niña-Niño… el mundo es tan raro.

@letranias

Publicado en el Diario de Yucatán.