Niño-Niña,
éste es el relato que te acompañará toda la vida.
Eres
tan sólo un deseo, Niña-Niño. No eres célula aún y los demás ya buscan, ya
sueñan ya proyectan la vida que tendrás, hembra varón, hablan de ti como si te
conocieran, varón hembra, huesos y carne serás. Sangre serás. El sexo
determinará tus días. Bastará que otros conozcan esa breve parte de tu cuerpo
para sembrar expectativas y decidir lo que creerán mejor para tu vida.
Ahora,
al mundo que vendrás, Niño-Niña, es urgente saberlo todo y todo puede hallarse
en una página web. Vivimos en la era donde hay un click entre la duda y el saber. Basta
pulsar enter o dar un golpecito con el dedo
índice sobre una pantalla para salir de la ignorancia ¡Plop! como palomitas en
el sobre que se hincha dentro del microondas, estalla el conocimiento en los
cerebros: bienvenido al siglo de lo instantáneo.
Pero
tú, Niña-Niño, no eres fuente que se encuentre en internet. Tu sexo pequeño,
Niña-Niño, sólo puede detectarse a través del eco de luz de un transductor
espiando el vientre donde duermes. ¡Ahí
están los genitales! dice una
voz que anuncia la bienaventuranza del arribo de Niña-Niño a la pareja que
tanto deseaba que fueras Niña-Niño. ¡Al
fin! dice la madre, ¡Al fin! exclama el padre. Y el mundo
familiar se llena de bonanza porque han sido escuchadas las plegarias: ya viene
a casa Niña-Niño, pequeña vida tan deseada.
Entonces
dará inicio, Niña-Niño, la peregrinación hacia el nombre con el que tu mundo te
identificará; el nombre bajo el que alguien parecido a ti, Niña-Niño, te amará;
el nombre con el que irás a la escuela y con el que irás a trabajar; el nombre
que aparecerá en actas, sobres, documentos de identidad, periódicos, páginas de
internet, el nombre con apellido, Niña-Niño, que te echará a rodar por ciudades
y países en los que te cuestionarás y reiventarás.
Ese
es el comienzo del porvenir, Niña-Niño: el ultrasonido. Esa visión determinará
el camino que cumplirás ¡será hembra varón! Así, los que han empezado a amarte
sin que tú lo sepas, podrán llegar a ti con un obsequio acorde al sexo que el
doctor develó. En esta vida todo tiene su color: banderas, polos, géneros.
Hasta
que un día, Niño-Niña, lloras a la vida.
En
torno a ti y a tu sexo recién nacido se abre la vida establecida para el género
en el que tu cuerpo encaja. Pero crecerás, Niño-Niña, y varias veces te
preguntarás si tu cuerpo encaja en el género que la sociedad te otorga. Pero
vivirás, Niño-Niña, y varias veces te dolerá la vida establecida para el género
en el que no encajas.
Como
tienes pocos años y aún no piensas —¿de verdad no se piensa? ¿será posible que
al crecer todos experimentemos la tristeza de olvidar para sobrevivir en una
sociedad que nos contagia su amnesia?—, los adultos decidirán por ti. Te
vestirán como Niño-Niña se viste, porque hay prendas que Niña-Niño no se debe
poner, eso es de Niño-Niña. Jugarás los juegos que sólo están permitidos para
Niña-Niño, porque Niño-Niña no debe jugar con muñecas y porque Niña-Niño no
debe jugar con soldados. Tú, Niño-Niña, no lo comprenderás, pensarás… ¿qué tiene de malo si a Niña-Niño
le gustan los soldados, qué tiene de malo si a Niño-Niña le gusta cocinar? Será ironía, Niño-Niña, porque
para ti no existe el concepto de “maricón” ni “marimacho”, pero será algo,
Niña-Niño, que te dolerá al escuchar con los años.
A
la gente estas palabras se les han instalado en los labios y las sueltan como
disparos.
Niña-Niño…
el mundo es tan raro.
@letranias
Publicado en el Diario de Yucatán.
Publicado en el Diario de Yucatán.