Hoy por la tarde, mientras un aguacero que cortaba el paso caía, terminé de leer el libro "El viaje del Elefante" de José Saramago.
Me pareció una bonita coincidencia, a modo de homenaje final, para alguien que es famoso por siempre andar buscando, con la trompa, algo que le cure la sed. Mucha lluvia para Salomón-Solimán y para el cornaca Subrho-Fritz, que tal vez un día creyó en milagros y a quien le subrayé en verde estas palabras: "Si todo el mundo hiciera lo que puede, el mundo sería, con certeza, mejor". Muchas gracias Rey de Portugal y Maximiliano de Austria. Muchas gracias Saramago por preguntar qué eran esas esculturas de madera que estaban en el restaurante "El Elefante", porque gracias a tu curiosidad tenemos esta historia plagada de letras minúsculas. Muchas gracias Alicia por decirme: "Tienes que leerlo". Muchas gracias Liz porque fuiste tú quien me lo regaló el día que lo vi en una edición miniatura; chiquito pero grandioso, porque en sus páginas está acomodada la travesía inolvidable de un animal de toneladas.
Ha vuelto a llover.
Bajo la lluvia, en un lugar que existe porque lo imagino, hay un elefante dándose un festín con un cornaca, que lo ama, sentado en su lomito.
Y soy un poco más feliz.