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Piedra de Sol. Monolito. Descubierta en 1790.
Museo Nacional de Antropología. |
Fragmento del poema
Piedra de Sol
de Octavio Paz
(...)
voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros
bajo la ley del mediodía absorto,
vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño de esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños,
tu falda de maíz ondula y canta,
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,
voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña
que en un abismo brusco se termina
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas,
(...)
amar es combatir, si dos se besan
el mundo cambia, encarnan los deseos,
el pensamiento encarna, brotan las alas
en las espaldas del esclavo, el mundo
es real y tangible, el vino es vino,
el pan vuelve a saber, el agua es agua,
amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con un número
a perpetua cadena condenado
por un amo sin rostro;
el mundo cambia
si dos se miran y se reconocen,
amar es desnudarse de los nombres:
(...)
vuelvo donde empecé, busco tu rostro,
camino por las calles de mí mismo
bajo un sol sin edad, y tú a mi lado
caminas como un árbol, como un río
caminas y me hablas como un río,
creces como una espiga entre mis manos,
lates como una ardilla entre mis manos,
vuelas como mil pájaros, tu risa
me ha cubierto de espumas, tu cabeza
es un astro pequeño entre mis manos,
el mundo reverdece si sonríes
comiendo una naranja,
el mundo cambia
si dos, vertiginosos y enlazados,
caen sobre las yerba: el cielo baja,
los árboles ascienden, el espacio
sólo es luz y silencio, sólo espacio
abierto para el águila del ojo,
pasa la blanca tribu de las nubes,
rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,
perdemos nuestros nombres y flotamos
a la deriva entre el azul y el verde,
tiempo total donde no pasa nada
sino su propio transcurrir dichoso,
(...)
—¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,
¿cuándo somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los
otros,
la vida no es de nadie, todos somos
la vida —pan de sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos—,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos
nosotros,
la vida es otra, siempre allá, más
lejos,
fuera de ti, de mí, siempre horizonte...
Para leer el poema completo, click aquí.
Transcribo, a continuación, una nota publicada en La Jornada para conocer un poco más sobre este poema y la importancia que tiene.
Piedra de Sol, a medio siglo
Por Javier Aranda Luna
El 28 de septiembre de 1957 fue publicado, por primera vez, uno de los poemas
que han marcado un antes y un después en la poesía hispanoamericana. Me refiero
a Piedra de Sol, de Octavio Paz, cuya primera edición fue publicada
hace 50 años como una plaquette de 44 páginas en la colección Tezontle
del Fondo de Cultura Económica y que tradujo al francés al poco tiempo de su
salida Benjamin Péret, primero como Soleil sans Age para la editorial
Flaize y después como Pierre de soleil para la prestigiada casa
Gallimard. A partir de 1959 las traducciones se multiplicaron: por lo menos
existen cinco versiones al inglés. La primera es la de Muriel Rukeyser y la
última la de Eliot Weimberger, que se incluye en la estupenda antología The
collected Poems of Octavio Paz, publicada por New Directions.
La década de los 50 es fundamental para Octavio Paz, pues da a conocer dos de
las obras que le dieron indudable prestigio internacional. Una es El
laberinto de la soledad –de 1950, publicada originalmente en Cuadernos
Americanos– y la otra, que hoy recordamos, Piedra de Sol, que
además de las traducciones se ha reproducido en bardas como grafiti y en
canciones populares: “amar es combatir”.
Este poema con el que pidió José Emilio Pacheco ser enterrado, forma parte de
esa tradición del poema extenso que en nuestro país ejercieron sor Juana Inés de
la Cruz, con Primero sueño; Manuel José Othón, con Idilio
salvaje y, naturalmente, José Gorostiza con su hermético Muerte sin
fin.
En la primera edición de Piedra de sol Paz incluyó una notita que
aunque no pretende “explicar” el poema nos ha dado luz a muchos de sus lectores:
Piedra de sol está compuesto por 584 versos (los últimos y los primeros
seis no cuentan, porque se repiten). Número idéntico a la rotación de Venus y al
del ciclo registrado por el calendario azteca.
¿Cómo explicar el éxito de este poema circular? ¿Qué encuentran en él el
erudito y el lector que apenas se inicia? Cada lector podrá darnos sus razones y
todas, aunque distintas, serán válidas. Estas son algunas de las razones que me
explican el por qué de su permanencia: la primera se refiere, sin duda, a la
música que provocan los 584 endecasílabos perfectos.
Borges decía que los poetas habían hecho a un lado las formas clásicas de la
poesía no tanto por obsoletas sino por incapacidad para practicarlas. Creo que
es cierto y creo que este poema de Paz ha sobrevivido a las nuevas generaciones
de lectores precisamente porque su arquitectura métrica es perfecta. No es
difícil probarlo. Los primeros versos de Piedra de Sol son, sin duda,
algunos de los más repetidos en la lengua española, aunque no todos hayamos
entendido a la primera lo que escribe el poeta: “Un sauce de cristal, un chopo
de agua/ un alto surtidor que el viento arquea,/ un árbol bien plantado más
danzante,/ un caminar de río que se curva,/ avanza, retrocede, da un rodeo/ y
llega siempre…” A esos versos los sostiene la reverberación de las imágenes
pero, sobre todo, la música. La música, ese lenguaje que a veces sin entenderlo
a todos nos gusta, es la hermana mayor de la poesía.
Pero Piedra de sol además de música es el encuentro de la tradición
y la modernidad, la historia que nos atraviesa y el antídoto que, hecho de amor
y erotismo, la neutraliza, “porque las desnudeces enlazadas,/ saltan el tiempo y
son invulnerables”.
En los versos del poema está la España de 1937, el universo que se mueve por
sus opuestos, el centro del mundo que nace cuando dos se besan, las máscaras
podridas que dividen al hombre de los hombres, el amor como combate, la manera
de transformar al mundo “si dos se miran y se reconocen”.
Piedra de Sol marca el fin de una etapa y el principio de otra en el
proceso artístico de Paz. También el antes y el después de la poesía
hispanoamericana. En este poema Octavio Paz cuenta y canta, reúne al minuto y al
milenio, nos permite mirarnos en ese tú que somos todos.