Chereque y Lela |
WILBERTH
—¿Crees que nos esté viendo ahora, Lela?
—Como nunca, mi Chereque, atento a lo que decimos, como que suya era nuestra voz.
—¿Qué hacemos ahora?
—La vida sigue, niño. ¿No ves mis naranjas? Se gasta el cesto, voy por más porque la mata está ahí, grande y bonita.
—Eso era don Wilberth, el árbol del que todos tomamos protección, sombra y ejemplo.
—Nomás no hables en pasado, Chereque, porque el será nuestro amigo y aliado en tanto conservemos su fe, su alegría de vivir, su gusto por la palabra.
—A cada uno de nosotros nos dio la expresión exacta, el acento propio, creo atmosferas con nuestros gestos y actitudes.
—No te me pongas a chillar, gatito. Hay muchas cosas que hacer. Avísale a todos. Daremos una función especial, con lo mejor de nuestras rutinas. Que todo el público suelte la risa y comprenda la gracia. Que nadie lo extrañe porque estamos con el, salidos de sus manos.
—Mira, hay te traje este rebozo nuevo.
—Mare, Chereque, no cambias, tu siempre tan coqueto, chiquito.
Jorge Álvarez
Rendón.
Wilberth acompañando a Lela en una entrevista que le hicieron a nuestra diva en el 2008. |
Por
tu oficio milenario de titiritero.
Por
la boca de Lela y porque quisiera hallarla en el mercado.
Por
el copetito rosa de Chereque, eterno enamorado.
Por el
sol que fuiste al darles calor humano.
Por las
voces inconfundibles con las que nos siguen hablando.
Por las
veces que nos hiciste olvidar que eran ficticios, fascinados.
Por
la destreza de tus manos por la que tus hijos te siguieron y amaron.
Por
tu imaginación que estuvo en escena por más de cincuenta años.
Por
tu invaluable legado…
Gracias
Wilberth Herrera… mi más sentido pésame a todos los que te amaron.
Addy Góngora Basterra