Constelación de Casiopea, fácil de reconocer por su forma en M señalando al norte. |
Absurda la idea de que sólo puedes escribir sobre lo que te ha ocurrido
(lo pequeño, lo ínfimo que le ha ocurrido a ese cuerpo, a esa vida entre sus fechas),
como si todo no te hubiera ocurrido, como si
hubiera una tarde que no cayera para ti,
como si todos los imperios destruidos, aventado por los desiertos, devorados por las selvas,
no hubieran conducido hasta ti;
como si el más lejano astro, extraviado al borde del Universo,
y también los astros que hoy ya no existen,
y las nebulosas pensativas,
no hubieran trabajado, sabiéndolo o sin saberlo,
para ti, para este instante, para este poema
que se escribe gracias al aliento exhalado por Miranda o por Jenofonte,
con un trozo sobrante de Casiopea.
Roberto Fernández Retamar.
La Habana, 1930.