Pocas veces me acomodo frente a la tele puntual y semanalmente como hasta anoche lo hice para ver Lost: ¿qué me hizo estar siguiendo la serie durante estos últimos años? El Guión. Qué buen trabajo narrativo el que entretejió la historia. Finalmente concluyó la sexta temporada y con ella el show... ¿y ahora?... Me pregunto qué pasará, cómo serán los nuevos adictos a la serie; la seducción que nos provocaba... ¿continuará? Cómo cambian las cosas los años, dice el tango, porque supongo que ahora, para calmar esa espera desesperada de saber qué continúa, ya no habrá necesidad de esperar semanas ni meses. Ahora los nuevos fans correrán a comprar la serie completa o a blockbuster, bajarán los videos de internet...
Se acabaron los maratones de Lost. Se acabaron los enigmas de los capítulos en los que me gustaba reconocer entre diálogos y guiños referencias a obras literarias, personajes, citas, acertijos que desafiaban a la filosofía, recursos de la física, el juego de nombres con los protagonistas y su referencia a un más allá... en fin... que se acabó todo ese mundo de Lost que a tantos nos trajo de cabeza durante años...
Con respecto al capítulo final, me abstengo de comentarios para no echarle la fiesta abajo a quien no lo haya visto... pero dejo, a quien le interese, éste texto publicado en el blog Papeles Perdidos de El País donde se reivindica, precisamente, al guión (¡cómo no!) como género literario.
Farewell Lost.
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Por: Winston Marinque Sabogal.
¿Son los guiones cinematográficos y televisivos un género literario? Para mí sí. Otra cosa es que me guste más o menos el resultado, dependiendo de su calidad o del objetivo que busque en los espectadores. Y procuro no caer en la, difícil, tentación de compararlos con otros géneros cuando son adaptaciones, es decir que una novela la comparo con una novela, un poemario con otro poemario, una película con otra película. Digo esto porque no soy amigo de la frase “es mejor el libro que la película o la serie de televisión”. A cada uno lo miro, valoro, analizo y comparo con sus iguales, de la misma liga o género, porque cada género creativo tiene sus propias herramientas y recursos y reglas que se pueden y deben romper en aras de su evolución. Aunque todos se nutren de todos a la hora de contar, de escribir, y algunos autores toman prestados elementos de la literatura tradicional.
Todo esto viene a cuento por la variedad de comentarios en espiral que ha suscitado desde 2004 la serie Perdidos, y sobre todo su desenlace emitido en España el lunes pasado. Y, visto los comentarios del post anterior, soy consciente de que ahora entraré en un jardín como el de Borges con senderos que se bifurcan.
A mí me sedujo Perdidos, hasta el capítulo final que ha decepcionado a tantos de sus seguidores, por el experimental cóctel de su estructura y arquitectura narrativa al servicio de contar una entretenida historia en televisión (al margen de las aventuras y misterios o supuestos duelos del bien y del mal, o de si "el hombre es un lobo para el hombre" o de si "el hombre es malo por naturaleza o simplemente se hace bueno para poder convivir", que viven un grupo de sobrevivientes del accidente aéreo del vuelo 815 de Oceanic que cubría la ruta Sydney- Los Angeles). Un tejido o intrincado entramado narrativo de cruces de historias en clave de rompecabezas que ha facilitado y atizado el diálogo permanente con los espectadores y promovido sus especulaciones sobre lo que allí se contaba o querían decir los guionistas. Todo ello como resultado de un jardín sembrado de macguffins... metáforas... elípsis...
Una estructura que le ha permitido crear una cascada de situaciones en cada capítulo, muchas de las cuales, a su vez, se bifurcaban, al punto que, a veces, parecían extraviarse, pero que cumplían el cometido de mantener atento al espectador y potenciar el diálogo interactivo sobre la serie. Es una estrategia cuyo efecto se puede apreciar con un final en el que muchas de las piezas parecen haber encajado en varias teorías. Lo que es claro es que Perdidos ha intentado innovar, experimentar, ha hecho una apuesta arriesgada, tomando de aquí y de allá, para mantener atados a sus seguidores, y en esa medida ha funcionado.
Lo primero que debo decir ahora es que empecé a ver la serie sólo desde el año pasado. No tuve que esperar una semana para ver cada nuevo capítulo, ni seis meses para la siguiente temporada. La vi casi de un tirón, a falta de la sexta temporada cuyo capítulo he esperado cada ocho días. Cuando empecé a ver la serie lo hice porque quería acercarme para descubrir dónde o en qué radicaba el entusiasmo de mucha gente por la serie, entre ellos algunos amigos y compañeros de trabajo. Quería tener mi propia opinión sobre lo que habría de convertirse en el primer gran fenómeno televisivo global (59 países emitieron casi en directo el último capítulo ayer), es decir gracias a un guión, a una historia concebida por una o más personas pero escrita para un lenguaje audiovisual por un grupo de personas.
Antes me permitiré una consideración: Toda ficción narrativa, en el soporte que sea, debe ser vista desde el punto de vista de la ficción, de que la realidad que allí se cuenta está levantada sobre los pilares de la imaginación y su poder radica en la destreza de que quien la cuenta nos haga creer que lo que allí sucede es verdad y verosímil. Real. Aspira a habitar un mundo real y verosímil creado exclusivamente para esa historia. Ahí es donde se ponen a prueba las artes de hechicero del escritor o guionista, sea a través de los libros o los guiones (algunos de los cuales luego se venden como libros) YPerdidos es un complejo e intrincado artefacto narrativo al servicio de una historia. Su intención ha sido desde el principio entretener, conquistar, seducir o embaucar a los espectadores primando, además, en cada temporada un género (aventura, thriller, etcétera).Y en esa medida hizo mucho al enganchar a tantos espectadores en todo el mundo. Rapidamente la historia fue tejiendo una trama, que a veces parecía incomprensible y con flecos sueltos que en momentos inesperados se retomaban para seguir ampliando la colcha. Luego, hacia el final la serie empezó a destejer o desenredar su historia creando en ese proceso un nuevo tejido con dos piezas gruesas, cada una trenzada con múltiples historias.
Vuelvo al origen: Al principio me sedujo el entramado narrativo de la historia general en la isla y la imbricación de las biografías individuales: mientras la narración de los hechos que sucedían en la isla transcurrían de manera lineal, hacia delante, poco a poco íbamos sabiendo la vida de cada uno de los sobrevivientes pero hacia atrás, es decir desandando los pasos que llevó a cada de ellos hasta el aeropuerto de Sydney. Un hilo narrativo hacia adelante, otro hacia atrás pero necesarios para poder entender el comportamiento de cada uno de los personajes e ir desgranando secretos de su vida de los pequeños a los más grandes. Mientras en la isla las manecillas del reloj giraban normalmente, en el pasado de sus personajes lo hacen al revés. Lo cual crea, poco a poco, un puzle que intenta descifrar el televidente.
El diálogo con los espectadores aumenta, y las especulaciones sobre lo que sucede se disparan gracias a ese eficaz entramado narrativo sincronizado con la misma historia que se relata, que es lo que cuenta en una creación de entretenimiento puro.
Así hasta la segunda y tercera temporada, en medio de aventuras, más misterios, enigmas y dramas personales. Y la aparición de nuevos personajes inquietantes que guardan un pasado del que no se sabe nada. Son dos grupos de personas (“los otros” y los de la Iniciativa Dharma) dando origen a otros dos grandes hilos argumentales que se trenzan con los dos de los sobrevivientes. El final de la tercera temporada se cierra con unflashforward que da un giro a la historia (otro más). Conocido el pasado de los protagonistas ahora el espectador ve una especie de final, un salto en el tiempo (nuevo ingrediente al cóctel narrativo), que hace que el lector se pregunte cómo llegaron hasta Los Angeles, el destino original del avión, cómo lograron salir de la isla. La cuarta temporada se centra en los seis que salieron y vemos sus vidas en el futuro, hasta que vuelven a la isla, donde la vida sigue con los que se quedaron. En ese momento entra otra línea argumental y narrativa de los sobrevivientes: ven la posibilidad de cambiar ese presente de haberse estrellado viajando al pasado, y lo consiguen pero el precio es que, sin saberlo, bifurcan el tiempo (según mi teoría) y un grupo de ellos empieza a saltar en el tiempo desvelando algunas preguntas. Lo cierto es que se crea una realidad paralela a la del presente en la isla y la de una realidad alternativa en Los Angeles. La vida de la isla continúa, al tiempo que se les ve a todos en otra realidad en Los Angeles como si el accidente nunca hubiera sucedido. Y esos dos mundos avanzarán por el tiempo y el espacio de manera paralela, sin tocarse. A la ficción tradicional se ha sumado la ciencia ficción.
La sexta y última temporada será una narración punteada, alternando, la narración de los dos mundos, isla y Los Angeles, esta vez sí con la vida de los personajes avanzando de manera lineal hacia finales respectivos. El rompecabezas estructural parece haber cumplido gran parte de su cometido al aclararse, otra cosa es lo que contiene cada pieza del puzle, lo cual ya entra en el plano de las decenas de teorías y especulaciones. Ficción y realidad y realidad y ficción se difuminan (el juego de espejos es clave en la sexta temporada, con todas las interpretaciones posibles), dentro del mundo creado por los guionistas para Perdidos, y parecen fundirse en una vuelta de tuerca más.
La serie es la suma o un cóctel técnicas narrativas cuyo contenido es otro cóctel de mitologías, leyendas, creencias religiosas, simbologías, teorías filosóficas y científicas, guiños cinematográficos y televisivos y referencias a pensadores y escritores.
Sobre más preguntas y cabos sueltos por resolver no voy aquí a hablar de ello, porque, insisto, no es el sitio, pero sí creo que la estructura narrativa sirvió para resolver muchas preguntas a lo largo de la quinta y sexta temporada. Sólo diré algo sobre el final (y los que no lo hayan visto y quieran verlo pueden saltarse este párrafo): No creo, o no quiero creer, que se trate de un espejismo de Jack, uno de los personajes principales. Ni como Los Otros, la película de Alejandro Amenábar; que la madre y sus niños se creen vivos y sólo al final se enteran de que están muertos, pero por estar aferrados a la vida no veían la realidad. Ni como Passengers, la película de Rodrigo García Barcha, con más similitudes a Perdidos por el accidente de un avión donde sus pasajeros también viven una experiencia en su ciudad y, al final, se enteran de que están muertos y toda la película ha sido una especie de expiación y aprender a soltar lastre sobre la tierra para poder irse a otra vida y encontrarse con sus seres queridos. Y hasta aquí llego.
Sí, sin duda los guiones sobre relatos que cuentan una historia en cine, televisión y radio, son géneros literarios. Y nuevos dentro de la milenaria historia de la literatura. Mejores o peores, que gustan más o menos, pero que buscan conquistar espectadores. Antes las historias se contaban oralmente y luego los medios para hacerlo se han ido ampliando con resultados y gustos diversos. “Lo que pasó pasó”.
Tomado de: Papeles Perdidos
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