De palabras, amuletos y sorpresas


La onírica cueva de los cristales en Naica, Chihuahua,
que fue descubierta por dos mineros por fortuna y sin querer.


Letranías
No hay para mí un solo día en el que pase inadvertido el sol. Aunque no esté en su presencia, sé que siempre anda por ahí, lo nombro en mis conversaciones y no resisto mirarlo de frente, como si fuera un viejo amor sin cicatriz, una herida ardiente…
Parece que no envejece; por lo contrario, se impone y rejuvenece alumbrándonos con su tiranía y empujándonos a la tregua de un vaso con agua, la bendita sombra de un árbol o al alivio de algún lugar con aire acondicionado.
Qué enigmática estrella es el sol. Pensar que giramos incesantemente a su alrededor, que en este momento la tierra gira sobre su propio eje al tiempo que muy lentamente sigue el curso de una órbita que otros nos han hecho imaginar.
La Tierra tiene tantas cosas gratas para vivir y compartir que no deja de sorprenderme por qué habiendo, literalmente, tantas cosas buenas bajo el sol se enfatiza la violencia y la maldad dejando de lado la hermosura, la alegría ante buenas noticias, placeres diarios y sanos que nos reconcilian con nuestra condición de seres humanos.
A veces me parece que sin darnos cuenta nos vamos acostumbrando a vivir en un mundo que continuamente nos decepciona. Algo nos aleja de lo sensual, es decir, del mundo de los sentidos, de esa capacidad de asombro que cada uno de nosotros posee, eso que nos distingue de otras especies.
¿Qué mundo estamos construyendo si relegamos la destreza sensorial que se nos concede al nacer? ¿A dónde hemos confinado el sentir? Pareciera que muchas de las imágenes de la televisión y que circulan en internet nos fueran entrenando para digerir, cada vez, cosas peores, cosas que no voy a nombrar porque precisamente es la hermosura, la bondad, el bienestar, lo humano, lo que procuro y procuraré en este espacio, porque eso es Letranías, una pausa día a día, una esquina por la cual volver los ojos a la vida, un espacio para la belleza, para las cosas buenas, para todo aquello que vale la pena y que está en la mirada de la gente, en la literatura y la poesía, en la historia del arte, en la cotidianidad de la que cada uno de nosotros es protagonista.
Compartir
Escribir es compartir. Lo creo fervientemente y eso me hace responsable de las palabras que elijo para nombrar. Hay palabras que dichas en ciertos momentos pueden cambiar la vida de las personas.
Hoy elijo una palabra que comparto a modo de amuleto por si a alguien le fuera necesaria: Serendipia. Aunque la Real Academia Española no la reconoce, la vida sí, porque la historia es una sucesión de serendipias: es la suerte de hallar algo de manera imprevista o accidental cuando se espera encontrar algo diferente.
Ejemplo famoso: Alexander Fleming y la Penicilina; la onírica cueva de los cristales en Naica, Chihuahua, que fue descubierta por dos mineros por fortuna y sin querer; el polémico hallazgo del buzo que en una de sus inmersiones encontró las estructuras de Yonaguni, un megalito sumergido en el mar de Japón que parece construido por el hombre.
Una serendipia fue tal vez ese momento en el que saliste a la calle con la decisión de encontrar algo y en su lugar hallaste algo magnífico y distinto a lo que estabas buscando. Tal vez fue así como te enamoraste.
La vida nos da sorpresas en sus esquinas. Si ya te las ha dado, entonces quizá sepas de lo que estoy hablando. Y si no, sal a su encuentro, alguna serendipia te ha de estar esperando. Se trata de vivir. Y además, es fin de semana y fin de agosto. Abre bien los ojos, tal vez septiembre te aguarde un tesoro, algo nuevo bajo el sol antiguo, algo sólo para ti, intransferible y maravilloso.- Mérida, Yucatán.
addy@letranias.com
@letranias
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*) Licenciada en Letras Hispánicas
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