Ryuichi Sakamoto

Hay pocos géneros -ya sea jazz, pop, electrónica o músicas del mundo- que el artista no haya tocado: "Tengo muchos intereses. Ésa es la razón por la que he probado estilos musicales tan diferentes. Me aburro muy rápido. Ésa es mi naturaleza", reconoce. "Si algo me interesa, me lanzo velozmente de lleno y con la misma rapidez me canso. Me rijo por lo que es nuevo para mí, no para los demás". Actualmente le entusiasma la música barroca, que escucha sin descanso: "Parezco un crío, hay tantos artistas, tantos países y años..."




© Fotografía de Alessandra Benedetti

El músico japonés, experimentador incansable durante décadas, juega en sus últimos dos discos, Playing the piano y Out of noise, con los límites de los sonidos, con la armonía y con el ruido.


Por Brenda Otero
Fuente: Babelia, El País

De adolescente Ryuichi Sakamoto (Nakano, Tokio, 1952) tomaba el tren cada mañana para ir al instituto. Durante el trayecto, se distraía discerniendo todos y cada uno de los sonidos que podían escucharse en el vagón. Carraspeos de pasajeros, la vibración de las ventanas, el traqueteo en las vías. Cada día, escuchaba algo nuevo. Esta forma de matar el aburrimiento (la bestia negra de Sakamoto) es la semilla de Out of Noise, uno de sus dos álbumes que en España se publicarán conjuntamente a principios de noviembre.

Out of Noise cuestiona la línea divisoria entre la música y el ruido y explora el hinterland donde se desvanecen los sonidos hasta que se funden en el ruido ambiente. Su búsqueda le llevó hasta Groenlandia, donde formó parte del proyecto Cape Farewell para la respuesta cultural al cambio climático. Sakamoto quedó embrujado con algunos de los sonidos del Ártico: "El más memorable fue el del interior de glaciar derritiéndose. Es el sonido más puro que jamás haya escuchado". El tema envía un mensaje ecológico sin que prime el fondo sobre la forma: "Son sonidos interesantes y a su vez hermosos. No los incluí esperando que el oyente reconozca su procedencia".

Se puede decir que Sakamoto ha participado en varios de los grandes acontecimientos culturales en las últimas décadas. Arrancó el electro pop con la formación Yellow Magic Orchestra. Compuso la música para la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Sus bandas sonoras han ganado un Oscar, dos Globos de Oro y un Grammy. Y ha trabajado con Bernardo Bertolucci, William Burroughs, David Bowie, Pedro Almodóvar o Iggy Pop.

Una abrumadora trayectoria que Sakamoto ha levantado sin fanfarrias. De la misma manera, hace su entrada en la sala privada de un hotel londinense. Bien parecido, viste de diseño y con exquisita simplicidad. Antes de sentarse, se deshace de varias capas de ropa. Se quita una chaqueta, un suéter y un pañuelo. Todos grises, a juego con su pelo entreverado de canas. Mientras conversa en un inglés sincopado juega con los objetos que encuentra con la mesa. De cuando en cuando hace pausas en momentos inusitados. Como si también hiciera música hablando.

Si Out of Noise llevó a Sakamoto a paisajes remotos, su álbum Playing the piano, su otro disco, es un giro hacia rincones más íntimos. El músico reinterpreta al piano las piezas más conocidas de su repertorio: Feliz Navidad, Mr. Lawrence, El último emperador, El cielo protector o Thousand Knives. El músico explica las razones de un disco de autoversiones: "No es una idea que me haya venido de nuevas. Es la manera en la que toco mis canciones en directo. Además, la mayor parte de esta música fue originalmente escrita para el piano. Desde niño ha sido mi instrumento. El piano es parte de mi vida, parte de mí, y todavía lo adoro".

El estilo convencional de Playing the piano puede sugerir una reconfortante vuelta al clasicismo, tras años de experimentación. Sakamoto rechaza la idea: "A veces puedo sonar más clásico, otras no. Mi objetivo es deshacerme de los muros entre los géneros. Nunca pienso en ellos".

De hecho, hay pocos géneros -ya sea jazz, pop, electrónica o músicas del mundo- que el artista no haya tocado: "Tengo muchos intereses. Ésa es la razón por la que he probado estilos musicales tan diferentes. Me aburro muy rápido. Ésa es mi naturaleza", reconoce. "Si algo me interesa, me lanzo velozmente de lleno y con la misma rapidez me canso. Me rijo por lo que es nuevo para mí, no para los demás". Actualmente le entusiasma la música barroca, que escucha sin descanso: "Parezco un crío, hay tantos artistas, tantos países y años. Hay que recordar que Bach es solamente el fin del barroco".

No hay nada en el mundo que potencialmente no le interese. Menos las canciones. Una curiosa aversión para un músico nacido en el siglo XX e inmerso en la era en la que los reproductores de mp3 hacen tan fácil desmembrar discos. "A lo que me refiero es que para mí, música y letra son dos elementos totalmente diferentes. Pienso que la música está diseñada por sonidos en primer lugar. En Yellow Magic Orchestra casi no introducíamos significado en las letras. Eran prácticamente una señal".

Con Yellow Magic Orchestra fue uno de los precursores del uso de sintetizadores y las técnicas de grabación digitales. Tomaban elementos de la tradición y la desafiaban, yuxtaponiendo temas sobre videojuegos y fuegos artificiales. En Japón eran tan grandes como los Beatles. En el resto del mundo quitaron la venda a los que veían la música japonesa como un exótico jardín oriental. Todavía hoy, jóvenes artistas homenajean sus logros con sampleados y remezclas de éxitos de la banda. Sin embargo, Sakamoto no se conforma con ser el padrino de y quiere participar de lleno en la nueva revolución tecnológica: "Se han unido dos factores muy poderosos, el ordenador personal e Internet. A principios de los años ochenta teníamos que agujerear setecientas tarjetas para programar la melodía más simple. Hoy se puede hacer cualquier cosa con un portátil. La Red sirve para escuchar, ver, recibir. Las posibilidades son ilimitadas".

Un ejemplo de estas posibilidades es su proyecto Chain Music (música encadenada). En su página, Sakamoto ha solicitado a varios artistas que participen en una suerte de cadáver exquisito digital, en el que cada músico une un fragmento de música al anterior. La iniciativa quiere recordar a las víctimas de la guerra de Irak y permanecerá en activo hasta que llegue la paz.

Sakamoto tiene un oído en Debussy -su eterna inspiración- y otro en los nuevos grupos que descubre en MySpace. Es miembro de redes sociales y con frecuencia sube fotos a Flikr, vídeos de sus ensayos en YouTube y actualiza su Twitter. "Ella odia todo eso", dice el músico mirando a su atractiva representante y actual pareja que teclea en su portátil en una esquina de la habitación. "A veces yo también lo encuentro excesivo", admite. "En ocasiones hay que detener el flujo de información para que no interfiera en el trabajo. Pero para mí es otra novedad. Quizá me aburra pronto".

Pese a todo, no encuentra obstáculos para concentrarse y crear: "Me da la impresión de que vagueo bastante. Pero trabajo muy rápido, más que cualquier artista que conozco. Puede llegar a ser intimidante".

¿No se ha sentido intimidado por otros artistas? "No, nunca", contesta con una naturalidad exenta de alarde. "Pero me interesa colaborar con otros músicos. Ver sus estilos, sus velocidades. Me gusta la diferencia".

No hace falta que lo diga. Ha estudiado la música africana, indonesia, la bossa nova y el dub jamaicano, entre otros. Sin caer en el pastiche ni en el tópico. Para evitar el acercamiento superficial a otras músicas, Sakamoto confía en el toque personal: "Las colaboraciones surgen si conecto con determinados artistas. No quiero irrumpir en culturas milenarias ni saquearlas. Intento respetarlas e introducirme mediante amistades".

Cuando se le propuso participar en la ceremonia de apertura de los Juegos de Barcelona de 1992, componiendo una pieza sobre la civilización mediterránea, actuó con similar prudencia. "En un principio lo rechacé porque no me atraen los eventos deportivos. Además, como japonés, no sabía nada sobre la cultura mediterránea. Le pregunté al productor si estaba seguro de que yo era la persona adecuada. Después viajé a Barcelona: me enamoré de la ciudad, de la idea y la gente de mentalidad tan abierta. Me encontré como en casa. Si la candidatura de Madrid algún día es aceptada, también me gustaría participar en sus juegos".

En 2006, el artista fundó la compañía discográfica independiente commmons, para la que han fichado a nuevas bandas y grupos veteranos como la formación estadounidense de pos rock Tortoise. Sakamoto ha hablado francamente sobre su postura liberal con respecto a los derechos de autor. Algo que en principio no se muestra muy compatible con su rol de jefe de una discográfica. Sakamoto ríe como si le hubieran cazado en plena travesura: "Estamos abiertos a cualquier concepto de copyright. La idea es que el artista debe tener a su disposición varios niveles de protección. Puede ser muy estricta o totalmente gratis. Algunos de mis trabajos pueden ser copiados o remezclados libremente, pero no ser vendidos. El artista debe decidir".

Como músico de éxito, es plenamente consciente del dilema al que se enfrentan los jóvenes artistas, que deben elegir entre darse a conocer ofreciendo música gratis o cobrar para ganarse la vida. "No tengo la solución, pero me preocupa el futuro de la música. Si no se puede ganar dinero en esta industria perderemos gran cantidad de talento. Cuando los músicos son todavía jóvenes pueden colgar su música sin cobrar por ella. El problema es cuando tienen que mantener una familia". Siempre pueden sacarse un dinerito trabajando para gigantes multinacionales, como Sakamoto, que ha hecho música para anuncios, creado tonos de móvil para Nokia o detalles para programas de Microsoft que finalmente no fueron utilizados: "No lo hice por dinero", protesta. "En cada caso es diferente, pero cuando Nokia se puso en contacto conmigo, hace cuatro o cinco años, los tonos era algo nuevo y emocionante, por eso acepté".

Además del futuro de la música, a Sakamoto le quita el sueño el porvenir del planeta. Su paternidad le hizo tomar una postura activa en la lucha contra el cambio climático. En su actual gira mundial, la primera en diez años, intenta compensar las emisiones de CO2 para alcanzar el estatus de "carbono cero". Y su niña bonita es la fundación moreTrees, dedicada a repoblar bosques para equilibrar las emisiones de carbono en la atmósfera.

Sakamoto es un hombre que mira al futuro. Eso no quiere decir que a veces no se deje querer por la nostalgia. Tras quince años separados, los tres miembros de Yellow Magic Orchestra han vuelto a juntarse. Su primer encuentro fue por casualidad, en el Sónar de Barcelona de 2004, donde hablaron de posibles colaboraciones. El año pasado actuaron en Londres, Gijón y Tokio. Ahora preparan nuevo disco. "Después de tantos años, juntarse es extraño y agradable. Nuestros egos fueron la causa de nuestra separación y ya los dejamos atrás". Sakamoto reflexiona un instante, buscando la frase adecuada para terminar la entrevista: "Un menor ego es lo único bueno de hacerse mayor".