Extravío



Por Addy Góngora Basterra.

Lucy culpa a la señora de limpieza y a la niña que la visita cada sábado de haber perdido la llavecita del cajón. Desesperada busca en el portalápices, en otros cajones, en el compartimento del librero. Dice en voz baja palabras que sólo ella entiende, al tiempo que enumera la letanía de objetos y papeles que guarda en ese pequeño cajón del escritorio.

Llama a gritos a la niña (es sábado). Lucy le pregunta qué ha hecho con la llavecita y la niña le dice que no la ha visto.

Entonces vuelve a culpar a la señora de limpieza.

Echa una mirada panorámica por el estudio y pone de cabeza todo lo que puede ser volteado, saca todos y cada uno de los objetos que estén dentro de tazas y recipientes, ruedan sobre el escritorio lápices de colores, con sonido metálico cae al suelo un abrecartas, mete los ojos a cada objeto con el fin de ver si no se ha quedado atorada en el fondo.

Quiere hallar una fotografía. Busca el rostro de un hombre que, según ella, la traicionó hace años. Único novio de su juventud.

Lucy pronto cumplirá setenta años y se niega a reconocer que ella misma ha perdido la llave. En ese cajón está lo que nunca tuvo: historias, cartas, la foto de cuerpo entero de un hombre con el que jamás hizo el amor, espíritus que le hablan cada noche en sueños.

En el cajón está el pasado que no puede remediar porque no puede recuperarlo. Por eso no puede abrirlo.

Porque sabe que no hay nada en el cajón.