«¡Ástor, Ástor!»




Fui con Ástor al parque.

En el área de mascotas, corrió felizmente tras los pájaros, deseando él también tener alitas.

Cuando llegó el momento de irnos, se rebeló a mis llamados.

Mientras tanto, un muchacho en bici, que estaba haciendo maromas en la explanada, de vez en vez me sonreía bajo su casco naranja.

«Ástor, Ástor» y mi pequeño lebrel ni caso.

Él feliz olisqueando, haciendo pipí, persiguiendo seres vivos.

«Ástor, Ástor» y el de la bici a las risas, porque eso de ver a alguien queriendo pescar a un galgo con las manos tiene cierto grado de dificultad y mucha gracia (esto último para quien observa, claro está)… hasta que en uno de esos «Ástor» con tono de «basta ya», se quedó quieto con miradita del gato con botas de Shrek, y se dejó acariciar hasta el clic del ganchito de la correa en su arnés. Al coche.

Y ahora lo tengo junto a mi mientras escribo, con una calma y una decencia…