Vivir sin leer es peligroso, obliga a conformarse con la vida.
Michel Houellebecq
Escrito por Addy Góngora Basterra | @letranias
Cada vez que estoy en un avión, alguna sucursal bancaria o en cualquier lugar donde se nos pide apagar celulares y tablets, me invade una privada alegría porque nadie me pide que “apague” ni cierre el libro que estoy leyendo.
Recientemente, tras buscar en la web imágenes de gente lectora, me sorprendió la cantidad de fotografías de personas con la mirada anclada en dispositivos electrónicos: niños leyendo en iPads, jóvenes mirando un celular, adultos tras un Kindle. No había notado, hasta ese momento, cuánto tiempo pasamos diariamente mirando una pantalla que sostenemos con la mano. Porque eso es lo que hacemos: pasamos horas leyendo noticias, enlaces a artículos, cartelitos y citas que nos llegan por WhatsApp, actualizaciones de Facebook y Twitter, comentarios, emails, mensajes de texto, todo lo que se nos pasee por los ojos. Leemos… ¿pero qué leemos?
Como todos sabemos, hasta hace poco los teléfonos móviles no tenían la variedad de aplicaciones que ahora son parte de nuestra comodidad, disfrute y solaz. Hoy tabletas y celulares nos alegran y resultan imprescindible compañía: nos conectan, informan, distraen, nos hacen reír; nos enseñan, auxilian, facilitan y ocupan primera fila en todo lo que hacemos. Lámpara de Aladino de la posmodernidad: basta digitar el código de seguridad para liberar al genio.
Con la vorágine del wifi leemos más aunque no nos percatemos y las estadísticas digan lo contrario. Cuando digo leer, no me refiero a escanear el alud de redes sociales. Pienso, por ejemplo, en el pasado martes 26 de agosto que se conmemoraron cien años del natalicio de Julio Cortázar, escritor argentino. Facebook y Twitter se inundaron con su nombre, imágenes y enlaces a su obra. Probablemente muchos que no lo conocían ese día leyeron algo suyo al tropezarse con una cita en un “tweet” o en el muro del “feis” de un amigo. Las redes sociales son útil y sutil anzuelo en la difusión de la lectura. No es descabellado pensar que alguna de las miles de personas que orbita en ellas y muerde la carnada de la literatura: a) busca el libro en google books b) Compra un ejemplar en alguna librería de la ciudad c) Se lo pide prestado a alguien d) Cae a algún blog donde puede seguir leyendo e) Descarga el libro de amazon.com f) Lo solicita en préstamo en alguna biblioteca g) Baja el archivo en pdf h) ¿El león cree que todos son de su misma condición?
El próximo 27 de septiembre el blog letranias.com cumplirá siete años de ser escenario de lectura virtual. Los fragmentos de cuentos, novelas, obras de teatro, poemas y textos diversos que ahí he compartido se han leído a través del correo electrónico, enlaces de redes sociales y visitas al blog desde una computadora, una tableta o un celular. El papel de Letranías es acercar a las personas al papel de los libros ¿cómo? haciendo llegar pequeñas dosis a quienes muchas veces no saben que son lectores ¿por qué? porque no sabían qué leer o dónde encontrar algo que les guste. Es como todo en la vida: uno va descubriendo sabores, melodías y personas que adopta para mayor disfrute.
El gusto por la lectura es tan placentero como lo es para algunos escribir; empuñar una pluma azul turquesa, trazar caligrafía en tinta negra; después teclear esas palabras con manos que también tocan el piano, acomodarlas en el monitor y enviarlas por correo electrónico para verlas publicadas en papel, aquí, en esta página editorial, donde este fin de semana ¡qué rápido se van los días! llevo ya un año publicando Letranías. ¡Gracias por permitirme este espacio! Gracias a los lectores que con café disfrutan la edición impresa en la mañana, a los lectores virtuales tras una computadora y a los que deslizan —con leves caricias— yemas y ojos por la pantalla. @letranias
Publicado en el Diario de Yucatán.
Publicado en el Diario de Yucatán.