Jesse Pinkman y Walter White, personajes de la serie "Breaking bad", protagonizados por Aaron Paul y Bryan Cranston. |
Escrito por Addy Góngora Basterra.
Editorial del Diario de Yucatán.
Walter White y Marie Curie, o lo que es decir, la serie de televisión “Breaking Bad” creada por el estadounidense Vince Gilligan y el libro “La ridícula idea de no volver a verte” de la escritora española Rosa Montero, han despertado mi pasión por lo que fue pesadilla en la secundaria: la Química.
Todo empezó un domingo en el que Lichi, mi hermana, se quedó sin internet. Llegó a mi casa buscando aires con “wi-fi” para entrar a “Netflix” y calmar su ansiedad por “Breaking Bad”, “TV show” que yo ni siquiera sabía que existía. “¿De qué se trata tu serie?”, le pregunté. A lo que respondió: “De un maestro de química en secundaria al que le diagnostican cáncer y decide ponerse a cocinar metanfetamina con un exalumno para reunir dinero y dejárselo a su familia”. Me lo dijo así, de un tirón. La acompañé un par de capítulos y sin darme cuenta ya estaba enganchada a la historia como sólo me había pasado con “Lost”: Ay de nos con las historias seriadas y dosificadas por temporadas.
Por esos días me habían obsequiado “La ridícula idea de no volver a verte”, el último libro de Rosa Montero: “La santa de este libro es Marie Curie. Siempre me resultó una mujer fascinante, cosa que por otra parte le ocurre a casi todo el mundo, porque es un personaje anómalo y romántico que parece más grande que la vida. Una polaca espectacular que fue capaz de ganar dos premios Nobel, uno de Física en 1903 junto con su marido, Pierre Curie; y otro de Química en 1911, en solitario”. Leí encantada las páginas que me develaron a Marie Curie. Entreverando, hallé también a Rosa Montero con la cabeza, el corazón y la escritura plagada por Pablo, su pareja, quien enfermó y murió de cáncer. Leer su libro no sólo me despertó auténtico interés por la química, también ha potenciado mi amor por la vida y por las personas con las que comparto diariamente. Leer el libro me ha hecho valorar momentos y comprender aún mejor a quienes han perdido a personas amadas.
Yo, que sólo recuerdo la palabra CHON como truco para no olvidar al Carbono, Hidrógeno, Oxígeno y Nitrógeno, estoy deslumbrada al mirar la Química desde otro lugar gracias a la serie que me presentó mi hermana y al libro que me regaló un amigo. Mirar a Walter White —Heisenberg pa’ los cuates— literalmente desquiciado al descubrir su talento para producir su famosa metanfetamina azul, me hace imaginar la euforia de Marie Curie —esa mujer que dicen que apenas sonreía— por la luminosidad de los frascos que protegía celosamente como lo que eran: milagros brillando en cristal.
Breaking Bad” y “La ridícula idea de no volver a verte” —además de narrar magníficamente el proceso de transformación de las personas y lo poderoso que puede ser el trabajo en pareja (Walt&Jesse - Pierre&Marie)— son una enseñanza, porque no hay que desdeñar las habilidades de las personas ni minimizar el alcance que puede lograr el trabajo y la pasión de cada quien. Nunca sabemos lo que puede haber tras un maestro de química, tras una persona enferma o tras una mujer que apenas sonríe.
“Es la química, no física, magnífica lírica mística, la habilidad lingüística y calidad olímpica” lo que impulsa la evolución, nos llena de asombro y nos hace permanecer, horas y horas, atrapados en un relato. Pensar que la chispa de la atracción por alguien o por algo puede presentarse en cualquier momento es andar con una especie de amuleto. Porque así como tenemos “buena química” con las personas la tenemos también con las historias y la forma en la que están contadas, nos hacen clic y las volvemos parte de nuestra vida. Pero llega el día en el que terminan: se acaba la serie: se acaba el libro… así como también se acaba el amor. Y entonces, cuando desconcertados nos preguntamos… ¿ahora qué sigue? La vida nos sorprende… porque siempre nos pone otra serie, otro libro. Y otro amor.