... poco a poco
lo iremos amueblando, yo quisiera,
cuántas mensualidades,
envejecer contigo en esta casa,
en esta habitación, en este beso.
Foto: Ikea. |
De Luis García Montero, poeta andaluz.
En la tienda de muebles
hay mil casas vacías. Los espejos,
la perfección pulida de las mesas
y de los canteranos,
el cristo de Dalí, las acuarelas,
los armarios, las camas, todo duerme
con la inquieta nostalgia de sus metros cuadrados
y campanada de reloj que saltan
sin nadie a quien llamar
también quisieran
vivir en los horarios, ser mañana
una versión doméstica del tiempo.
Es mayo en el jardín. Una pareja
se vigila los labios con mirada de nácar,
merodea en las dudas que conducen
hasta el beso primero,
ése que por la noche se medita
y vuelve a repetirse, natural, encendido,
como un gesto mecánico.
Luego serán los meses estampas de almanaque,
decorados que corren a la cita.
En agosto provoca la distancia
cartas de buen amor. Pero septiembre,
cómplice de los árboles, propone
una sabiduría de plazas y jardines,
y la luz del otoño
es igual que un abrazo detenido,
tiembla confusamente,
como tiemblan las horas en la casa de Alberto,
no habrá nadie mañana,
tú ya sabes quién es,
mi mejor compañero de trabajo.
Verte desnuda
o comprender el hueco de las manos,
no tengo miedo, amor, porque te quiero,
me gustas con las luces encendidas,
aún es pronto,
llámame cuando llegues,
voy a colgar, mi madre
necesita el teléfono.
La luna impertinente de los sábados
se apoya en la guantera del 127
y por los hombros cae
lenta como las luces serenadas
sobre la discoteca.
Pero también es bello el sol de invierno
en las mañanas de domingo.
Mis padres quieren conocerte,
hace ahora dos años que salimos,
yo puedo trabajar, tal vez nos llegue
con mi sueldo y la rosa de tus labios,
ayer encontré piso,
amor, verte desnuda
es comprender el hueco de mis manos,
balcones frente a un río, poco a poco
lo iremos amueblando, yo quisiera,
cuántas mensualidades,
envejecer contigo en esta casa,
en esta habitación, en este beso.
En la tienda de muebles
hay mil besos vacíos. Ayúdame a escoger,
mira la cama grande y abrazada,
el sofá de las tardes infinitas,
un armario que puede
doblar las estaciones y guardarlas,
de cuánto los recibos,
la mesa familiar, mira el espejo
que sabrá la estatura de los niños,
podemos firmar letras,
amor, es tu desnudo
lo que divide el mapa de las sábanas.
Seguir, envejecer, soñar la vida
en el tanto por ciento de un abrazo.
Será felicidad, memoria fuerte
los muebles de la casa,
hasta llegar al sueño más oculto de un hijo,
ése que funda el tiempo
y vuelve por las noches,
natural, encendido de huellas primitivas,
De valores eternos
que se compran a plazos
y tal vez con un poco de rebaja.