Nunca hablar de amor fue tan sencillo


Escrito por Addy Góngora Basterra
Publicado en Nexos Cultura.

Hubo mucho calor el día que la ciudad amaneció cobijada por neblina. Relatos vueltos leyenda han inmortalizado esa mañana en la que todo parecía un espejismo: las personas, el asfalto, las palabras. Palabras que se derretían. Palabras que tan pronto empezaban a gotear se evaporaban tras ser dichas.

Tanto, pero tanto era el calor, tan implacable el sol, que vocales y consonantes encharcaron calles y avenidas llenando de vapor gentil el aire a respirar. Inolvidablemente, las fosas nasales aspiraron voces, pasiones, nomenclaturas; entraron por la nariz piropos, reclamos, halagos; órdenes de jefes y de restaurant; mentiras, bienvenidas, cantos, rezos y vocablos; palabras que sólo cobraron significado y sentido al revelarse al olfato.De tanto respirar lo nunca antes respirado, los cuerpos se hincharon de lenguaje dando de qué hablar según el modo de caminar, delatándose en cada paso y cada abrazo.

Entonces ocurrió lo inesperado, lo imposible, lo soñado: del abecedario evaporado y del bochorno incontenible empezó una lluvia inolvidable e increíble, porque cada palabra fue cobrando forma al caer el agua. Por la ciudad se desplegó una cortina de letras como si la tarde fuera una película con subtítulos verticales, espectáculo de palabras que apenas duraban un instante.

La gente miró por las ventanas y salió a las calles a leer lo que pasaba; letra por gota, gota por letra, todos encontraron palabras que les faltaban, nombres amados que en rumor de agua la lluvia pronunciaba.

Todos recobraron algo querido. Esa lluvia devolvió lo extrañado y perdido,como si el destino obsequiara cierta bonanza a todo aquel que la necesitara, a través de lo leído.

La voz corrió, escurrió y ocurrió que buenas palabras lavaron paredes, escalones y pupilas; tejas, espaldas y avenidas; terrazas, talones y mejillas. No hubo quien no leyera la lluvia de aquella tarde en la que tanto calor desbarató palabras frías; tarde en la que sólo pudieron decirse palabras cálidas, palabras en deshielo.

Por eso nadie olvida aquel aguacero.

Porque nunca hablar de amor fue tan sencillo ni sincero.