Por Addy Góngora Basterra
En los últimos días de enero del año 2012
recibí por correo electrónico un mensaje que venía desde Buenos Aires. Eran
palabras entrañables de un amigo de ojos claros, quien además de lo que tenía
que decirme transcribió párrafos del libro “Palinuro de México” del escritor
mexicano Fernando del Paso. Leí el fragmento de un solo trago. Pero me quedé
con sed y volví a leerlo. Y lo vuelvo a leer.
Hacíamos el
amor compulsivamente.
Lo hacíamos
deliberadamente.
Lo hacíamos
espontáneamente.
Pero
sobretodo, hacíamos el amor diariamente.
O en otras
palabras, los lunes, los martes y los miércoles hacíamos el amor invariablemente.
Los jueves,
los viernes y los sábados, hacíamos el amor igualmente.
Por último
los domingos, hacíamos el amor religiosamente.
O bien hacíamos
el amor por compatibilidad de caracteres, por favor, por supuesto, por teléfono,
de primera intención y en última instancia, por no dejar y por si acaso, como
primera medida y como último recurso.
Hicimos
también el amor por ósmosis y por simbiosis: a eso le llamábamos hacer el amor
científicamente.
Pero también
hicimos el amor yo a ella y ella a mí: es decir, recíprocamente.
(…)
También lo
hicimos de pie y cantando, de rodillas y rezando, acostados y soñando.
Y sobre
todo, y por la simple razón de que yo lo quería así y ella también, hacíamos el
amor voluntariamente.
Cuando mi amigo de ojos claros se separó de
quien fuera su gran amor, envió por mail
este fragmento a sus amigos, anunciando la ruptura, para que todos entendieran
lo que él estaba sintiendo. Fue su despedida.
De inmediato le contesté. Le agradecí la lectura
que me había obsequiado y le dije que compraría el libro. Así que pocas horas
después llegué a una librería preguntando por el título temiendo que no lo
tuvieran. Pero sí lo tenían. En menos de un minuto apareció el vendedor, con su
emblemática camisa amarilla, acercándome el ejemplar. Recuerdo que al ver la
cantidad de páginas pensé… ¿cuántas cosas viviré mientras leo este libro? y
barajándolas llegué a la última: 929. Entonces, sin haberlo pagado todavía,
escribí en la contraportada:
31|01|2012
¿Cuánta vida nuestra
puede pasar
en 929 páginas?
Hacer un recuento de todas las cosas
que he vivido desde aquel martes es asignatura pendiente. Quedará para otra
ocasión. Porque lo que quiero compartir ahora se refiere, precisamente, al
hecho mismo de la vida que acontece mientras leemos.
No conforme con el privado ejercicio
de la escritura y con el silencio que, para muchos, nos conlleva leer, en
septiembre del año dos mil siete se me ocurrió hacer pública y escandalosa una
locura que con el transcurrir de los años se ha vuelto parte de mis actividades
cotidianas: Letranías.
Pero, ¿qué es Letranías?
Primero fue una palabra que me
persiguió durante años. Letranías. Letranías. La repetía, la echaba a rodar, se
me enredaba en el cabello, rebotaba en los espejos, se desprendía de los
árboles y se iba volando, la veía aletear… Letranías, Letranías… yo misma
también me preguntaba... ¿qué es Letranías?
Hasta que decidí que sería un espacio virtual
donde estaría la vida que me gusta, la vida volcada en creatividad. Así es como
inició el deseo por compartir literatura con personas cercanas a mí y que no
tenían el hábito de la lectura. Para entonces estaba lejos de México y
Letranías era una manera de estar, día a día, cerca de mi gente, de mi familia,
de mis amores, “óyeme con los ojos, ya que están distantes los oídos”, como
escribiera Sor Juana. Las palabras eran una forma hacerme presente en mi
tierra.
Sin más interés que el de compartir
hermosura, lo que inició como un proyecto para mis amigos y mi familia en el
2007, se ha desbordado a varios países y a una cantidad de personas que jamás
me hubiera imaginado. Con pequeñas dosis de lectura, música y arte, Letranías
ha acompañado la vida de personas con la complicidad del correo electrónico,
del blog, Facebook, Twitter y todo lo que la tecnología permite.
Fue así como un día, en respuesta a
alguno de las publicaciones, recibí agua de mi propio chocolate con el
fragmento que mi amigo de ojos claro me mandó. Me pregunto, si alguna vez,
personas que leen Letranías habrán tenido el deseo que yo tuve: querer leer
más.
Cada vez que recibo algún comentario
sobre el post del día, algo en mí se regocija, porque me doy cuenta de que la
lectura puede generar cambios positivos en la vida de las personas. Y también
me llena de preguntas, como por ejemplo: ¿Y si dejáramos de ver a la lectura
como una forzada actividad con el objeto de “educar” o “dar conocimiento” y
empezáramos a verla como una experiencia de vida? Hay quienes leen para
estudiar; hay quienes leen para acompañarse. Ambos aprenden. ¿Pero en dónde
está la diferencia, en el deber y el placer?
Leyendo Palinuro he aprendido sobre
asuntos que de manera independiente no se me hubiera ocurrido investigar. He
aprendido por placer. He sonreído mientras leo disfrutando el gozo de cada una
de las serendipias que he tenido en esas 929 páginas. ¿Saben lo que
significa esa palabra? La serendipia es un descubrimiento, una revelación
inesperada que se nos aparece en el camino cuando estamos buscando otra cosa.
Por lo tanto, me atrevo a decir que la lectura es la fiesta de las serendipias.
No sé cuánto tiempo pasaré leyendo a
Palinuro. Pero tengo la intención de que esas 929 páginas estén conmigo toda la
vida. Es un libro laberinto porque no puedo salir de él: me pierdo a propósito.
Mientras, leo otros libros, voy al trabajo, me enamoro, riego las plantas, oigo
música, mi arbolito del patio reverdece, leo a Palinuro, preparo mis clases
para la facultad, empiezo dietas que nunca cumplo, veo nadar a mi tortuga,
empiezo mi tesis de maestría, me crece el cabello. Y sigo leyendo Palinuro.
Así que por eso, tras esta breve experiencia
personal y de la vida que he sentido que pasa mientras leo, decidí involucrar a
los lectores de Letranías para que vinieran conmigo el día de hoy. Traje sus
palabras. Hace dos noches publiqué una convocatoria pidiendo, a quien quisiera,
que me compartiera algo que les hubiera pasado mientras leían un libro. Los
invité porque, de alguna manera, nos hemos acompañado en los últimos años a
través de las palabras. Y porque además, Letranías existe por lectores como ellos.
Con la intención de darle papel
protagónico al hecho de que los libros son parte de la vida cotidiana, nos
habitan, son solidarios y siempre están dispuestos a seguir adelante, leeré
algunos “testimonios” que me compartieron:
Era domingo cuando terminé de leer “La
eternidad por fin comienza un lunes” y frente al mar de Chixchulub dejé partir
algunas ilusiones.
Minerva Canto
Leí “David Copperfield” de Dickens, mi primer
libro sin ilustraciones, acostada en el frío piso de mi habitación buscando
contrarrestar el intenso calor de mayo de Yucatán.
Mariana Bernés
Cuando leí “Memorias de Cleopatra” de Margaret
George estaba por cumplir 15 años. Durante la planeación de la fiesta, yo
estaba inmersa en Egipto y Marco Antonio.
Laura Méndez
Mientras navegaba en el
velero de Isla Mujeres a Puerto Morelos leí "Los Aires Difíciles".
Sofía Ayora Talavera
Mientras leía "La Identidad"
recordaba a mi novio quien se encontraba en Cancún, ¡hace un mes que no lo
veía!
Lenny Ynnel Aguilar Ruiz
Cuando leí “Momo” se me perdieron
varias horas.
Leer “Les pays lointans” de Julie
Green recién casada en Hawai, fue un viaje fantástico.
Leer a Kafka en un viaje en tren de
París a Leningrado en los 80´s en pleno invierno, viendo campos nevados por
tres días, fue una experiencia inolvidable. O terminar de leer “Diez negritos”
a las once de la noche a los doce años me dejó sin dormir toda la noche.
Tatiana Zugazagoitia
Leía “La prohibida” de Malika Mokeddem
cuando estaba en medio de mi propio desierto y con una luna inmensa reflejada
en el Río de la Plata.
Martha Moreno
Mientras leía “Las Ciudades Invisibles” de
Italo Calvino, comencé a pintar un serie de ciudades inventadas que me llevaron
varios años de mi producción, experiencia que compartí con mucha gente que me
escribieron sus ciudades ficticias para yo plasmarlas en lienzos y papel, hasta
la fecha sigo recurriendo a mis ciudades motivadas por Calvino. Mi hermano Arturo,
realizo atmósferas musicales de un minuto cada una de una veintena de estas
pinturas.
Ariel Guzmán
Cuando leí "La cabaña
del tío Tom", de niña, me empaché de chamoy. "La Cruz y la
Espada" de Eligio Ancona fue el primer libro que leí en la tableta android...
María Teresa Mézquita Méndez
Recuerdo que leí casi todo
"Harry Potter y el prisionero de Azkaban" a escondidas, bajo un
escritorio.
Verónica Canto Martínez
Leí "El viaje del
elefante" de Saramago cuando hice el viaje más extraordinario con las
personas más extraordinarias de mi vida.
Alicia Ayora.
Mientras leía el arte de amar de Erick Fromm mi primo hermano me comentó que iba a divorciar y se lo regalé.
Gissela
Cuando empecé a leer
"los ojos de mi princesa" me encontraba en la playa.
Mabel
Aguirre
Recién terminé de leer "El Quijote",
me fui a España, los "Cuentos de la Alhambra " provocaron mi obsesión por el
misterio, mi regreso a México, en un avión con muchas escalas, "El amor en
los tiempos del cólera", eso fue en 1986.
Arturo Guzmán
Participo en un círculo de
lectura. Vamos por la mitad de la primera cantiga de La Divina Comedia ,
al tiempo que demando al gobierno del Estado de Yucatán y sobrellevo la consecuente represalia
en el campo laboral. Atravieso el Inferno de más de una manera.
Fernando de la Cruz
Apenas hace unos meses a mis
41 años leí “Cien años de soledad”. Terminé las ultimas paginas en mi cama con
toda la casa "dormida" (mis dos hijos y marido) y yo sin poder cerrar
el libro hasta que lo termine como a las dos de la mañana (eso es mucho en los
USA donde no hay desvelos casi). Me tardé un par de meses en leerlo, por falta
de tiempo... Lo intente leer a mis diez y tantos años y simplemente no me
"atrapó" y lo catalogue como un libro aburrido (solo por las primeras
páginas que leí). Hace unos meses me lo pasó un señor cubano, de esos raros que
hay en mi ciudad (Berkeley, California) que me dijo cuando me vio: "te lo
paso" (sin ser más que un conocido) que porque él ya lo había leído (y
sabe que yo hablo español, el libro está en español). Me pareció que era una
señal que ahora SÍ TENIA QUE LEERLO. y lo hice! :) ¡me encantó! (aunque el
final ya demasiado LOCO me desilusiono un poco...)
María Elena, La Beba.
Sinue el egipcio me acompaño
todos los días en el metro en un largo trayecto para encontrarme con el amor y
a la par se iban tejiendo las historias y descubrí como mucha gente al igual
que yo ocupaba esos momentos en el metro para viajar leyendo y vivir cada uno
mil historias paralelas.
Berenice
Rangel
Mientras cruzaba el océano, leí "El diario de Ana Frank".
Carolina Caballero
Mientras cruzaba el océano, leí "El diario de Ana Frank".
Carolina Caballero
Leí “Cien años de soledad” durante el trayecto en autobús de Guadalajara a Tijuana. Fueron dos noches de lucecitas opacas y amarillas, pero no en tinieblas, que Macondo se me iba como el deseo y yo detrás de él a punto de tocarlo, y así sigo, ¿cien años más?
Sara Poot-Herrera
Descubrí el desamor y los deseos
prohibidos leyendo los Versos satánicos de Salman Rushdie. Volví a encontrar y
a disfrutar del amor leyendo El Viaje del elefante de José Saramago.
Dora Ayora
Cuando siento
que me faltan respuestas, vuelvo una y otra vez al El llano en llamas. Leyendo
Monteiro Lobato me di cuenta que mi sobrino de 5 años que todavía desconoce las
letras también estaba leyendo su libro imaginario.
Ademir N. de
Camargo
Sin haberlo leído nunca una noche soñé que
escribía "El señor de las moscas", entero, tal cual.
Noé Jitrik
Mientras leía "Antes que
anochezca" estaba instalándome en mi nuevo hogar de Mérida.
Lourdes Jiménez Bartlett
Como regalo de Navidad, me
compré "El Quijote" para leerlo en su 400 aniversario; llegué al
punto final la madrugada de mi cumpleaños. La última vez que leí "Pedro
Páramo" lo hice de en voz alta y de un solo golpe, para mi hijo y la mujer
que amo; me llevé todo el día en ello y nos agarró de tal forma que no nos
levantamos ni siquiera para desayunar sino hasta las 7 de la noche. La única
vez que me han arrebatado un libro de las manos para hacerme el amor, leía
"Piedra de Sol"; estaba justo en la parte que dice: "voy por tu
cuerpo como por el mundo,/ tu vientre es una plaza soleada,/ tus pechos dos
iglesias donde oficia/ la sangre sus misterios paralelos".
Sebastián Liera
Mientras leía "El amor
en los tiempos de cólera", el mar sonrió tibio en la distancia. Y mis
hijos con él.
Ángeles Mastretta
En el año 2001, mientras leía
el libro “Nunca más” que trata sobre los desaparecidos por el golpe militar de
1973, conocí a mi gran amor, el hijo de un desaparecido.
Ariel
Cuando leía el libro "En el camino de
Jack Kerouac" me perdí caminando por un lado de la ciudad, así comprendí
lo divertido que es estar en movimiento, sin rumbo fijo y en busca de
"algo"...
Orlando Domínguez
Sentí los brazos de mi mami en mis hombros,
como me abrazaba cuando estaba aquí con nosotros. El libro fue "Los
pilares de la tierra".
Mirna Elena Góngora González
Usé el primer párrafo distorsionado de Cien
Años de Soledad para iniciar una crónica sobre un caso sospechoso de influenza
AH1N1 mientras miraba hacia la casa de García Márquez del otro lado de la
bahía, durante unos días que pasé en Cartagena. Pero nunca he leído el libro
completo. Referí a Carpentier y su Reino de este Mundo de forma inevitable para
otra crónica después de haber pasado cuatro días en Haití a un año del
terremoto. La ironía está en que del libro que no leí usé prácticamente un
fragmento y del que sí leí y me fascinó, una referencia entre líneas. Otro: Leí
La Metamorfosis de Kakfa a los 8 años, por accidente. No lo comprendí del todo,
pero me dio por meterme debajo de la cama a pasar ratos enteros, solo, sobre
todo cuando me sentía molesto.
Luis Roberto Castrillón
Aprendí a conocer y a querer a una amiga mucho
más cuando leí "Cantos para ser Contados".
Sonia Corp
El libro que más me gustó fue "Estudio en
Escarlata" de Arthur Conan Doyle, lo leí en el coche de mi papá mientras
íbamos camino a la escuela, ahí fue mi primer contacto con Sherlock Holmes,
personaje que marcó mi vida para siempre, haciendo amante del misterio, de su
traje y de su sombrero, inventado historias de detectives en donde siempre
Holmes salvaba el día con su singular deducción y ahí fue donde nació otra gran
pasión El Violín, por Holmes, decidí aprender a tocar ese bello instrumento.
"Adapta las teorías a los hechos, en vez de los hechos a las teorías"
Beatriz Abigail Rosado Marrero
Eran mis últimos días de estancia por estudios
en Barcelona, España. Había quedado tan encantada con la ciudad, hechizada
mejor dicho, que en realidad no quería despedirme. Por esos días, una compañera
que conocí durante ese tiempo, Iraní, nacionalizada Noruega, me recomendó un
libro titulado "La sombra del viento" de Carlos Ruiz Zafón. Compré el
libro y me lo traje a Mérida. Al leerlo, me di cuenta que la trama estaba
ambientada en Barcelona, con descripciones melancólicas de diferentes lugares
de la ciudad, a la cual, el autor decidió llamar "Barcelona, mujer
caprichosa". Tan cierto, que quedé enganchada al libro y al autor, sobre
todo al imaginar los lugares que mencionaba. Algún día regresaré, bajo los
caprichos de la magnífica y poderosa Barcelona.
María Sauri
Leía "Aura" de Carlos Fuentes cuando
decidí estudiar Artes Visuales.
Clarissa Alamilla
Leía "ensayo sobre la ceguera" de
Saramargo cuando mi mejor amigo y yo descubrimos un nuevo lenguaje común. Leía
"el laberinto de la soledad" de Octavio paz, cuando mi alma vivió la
metamorfósis que le dio sentido a mi vida.
Isela Altamirano
Leí “El quinto día” de Frank Schatzing
mientras pasaba un mes en reposo absoluto con collarín.
Susana Ramos
Mientras leía los relatos de "Música de
cañerías" vivía en uno de aquellos cuchitriles citadinos que se suelen
llamar cuartos de servicio, y algunas fornidas mujeres de voz ronca ofrecían
dudosa compañía en la calle de abajo.
Miguel Ángel Canto Peraza
Leí La montaña mágica de Thomas Mann durante
mi luna de miel con Ariadna en Europa y diez años después aún relaciono los
capítulos con ciertos días memorables de aquel viaje.
Carlos Martín Briceño
Cuando adolescente leí “El lobo estepario” de
Hesse para quedar bien con mi maestro de literatura, quería que viera lo
inteligente que yo era jajajaja. Cuando rompimos mi pareja y yo leí toda la
antología de Galeano, porque Galeano me lo recordaba. Las lecturas más
disfrutables las tuve en Komchén de los Pájaros con Ana María ahí leí “La
filosofía Perenne” de Aldous Huxley.
María Herrera Páramo
Era mediodía y llovía... 20 de Septiembre... mi
25 cumpleaños... siempre llueve por esos días en Cuba... también ese día en
Varadero... aproveche que los demás dormían su siesta y eché a caminar junto al
mar un gran trecho... así fue que después de largo deambular entre lluvia, arena
y mar... y a la entrada de la ciudad descubrí una librería… Por ese tiempo, en
los 60, en Cuba se publicaba infinidad de libros que se adquirían por muy bajo
precio... fue así que me impacté de frente con Los Heraldos Negros. Nunca había
oído mencionar a Cesar Vallejo... y ese encuentro fue tan profundo...un placer
que dolía de forma tal, que hoy puedo recordar y sentir las sensaciones de ese
momento. Leí el tomo completo, de pie, helada por la lluvia, porque no llevaba
conmigo los 50 centavos de su costo... quedaban dos ejemplares y temía irme y
postergar ese encuentro indescriptible...
Regresé al hotel, volví a la librería, en el almacén quedaban seis
ejemplares. Adquirí los ocho y de vuelta a La Habana conecte Al Cholo con mis
amigos más entrañables.
Miriam Herrero
Leía “La frontera de cristal” mientras me iba
de excursión a México.
Paula Barragán
Un libro que transformó mi vida y que a lo
mejor para la gente de elite literal muy elevado no signifique mucho fue
"El camino de la autodependencia". Este libro accedió y venció muchos
paradigmas en mi vida, recuerdo que la vida parecía ser muy suave y llevadera
al leer estas letras, creo que lo leeré de nuevo.
Sol Castillo Solís
Cuando
leí "Don Quijote", impresionada, me aprendí de memoria las primeras
líneas del primer capítulo.
Ana Rosa Aguilar
Si ustedes piensan que “El amor de mi vida” de
Rosa Montero es una novela romántica, se equivocan, es un recuento de su
lecturas preferidas.
Ma. Elena Guillermo
Leyendo a Pessoa confirmé que estudiaría
literatura. Soñé con poesía. Desperté con el libro (“galaxias”) entre las
manos.
Sonia Seman
Leí el Génesis en enero y llegué a Apocalipsis
en diciembre. Una tarde leí "David Copperfield" en el techo de mi
casa hasta que la oscuridad de la noche me impidió seguir.
Nevia Leonor Pérez Aguilar
Recuerdo leer "Como agua
para chocolate" en casa de mi abuela.
Giovanna
Mézquita
Alguien me regaló el libro de Michel Domit
“Ser, Hacer y Tener” y al llevar a cabo el trabajo que te pide, decidí hacerlo
de la mano del autor. Fueron los 30 días más duros y a la vez más maravillosos
de mi vida, me llevaron a entender el propósito que tenía mi existencia y por
eso hoy hago lo que hago. Los invito a leerlo.
Gabriel Cruz Lozada
Las aventuras de Sherlock Holmes lograron su
cometido: me distrajeron en una etapa de duelo amoroso.
Mía Monforte
Te comparto que mientras hacía mi tesis
leí a Viktor Frankl sin citarlo en mi trabajo, a la hora de mi
examen de grado me sorprendieron los sinodales preguntándome por este autor. Leyendo
La Identidad de Milán Kundera preparaba una rica sopa para mi familia. He
llevado a mi centro de trabajo mas Platón y menos Prozac, pero aún no he podido
continuar. Leí a Og Mandino cuando iniciaba en el área laboral.
Leydi Balam
Comencé a leer "Antigua Vida Mía",
de Marcela Serrano, justo antes de viajar a Antigua, Guatemala. Lo terminé casi
llegando a esa bellísima ciudad, y qué suerte que pude conocerla más a través
de esa novela, porque a las pocas horas de estar allí, trataron de asaltar a mi
esposo, y, por supuesto, después del susto espantoso... nos regresamos de
inmediato a Mérida.
Silvia Káter
Durante un viaje de regreso desde Colima leía
“La Historia
del Jazz” mientras en mi casa de Mérida me cortaban la luz. Al llegar y ver mi
desgracia lo único que me ayudó a continuar mi lectura fue una lamparita de
leds que compré de pura casualidad semanas antes, y así me la pasé tres noches.
Nunca olvidé el periodo Dixieland después de eso.
Raquel Tun
Cuando leí “Corazón de piedra verde”, no
quería que se acabara el libro, así que en el último capítulo leía una hoja por
día.
Alma Rosa Cota Gámez
Durante mi juventud tuve una serie de fuertes
eventos paranormales mientras leí “Relatos de poder” de Carlos Castaneda. Juro
que no estaba intoxicado.
José Luis García
Cuando leí " La intemperie"
de Gabriela Massuh encontré una pregunta que daba respuesta a mis preguntas… no
es un error. Es que una pregunta bien formulada es la que muchas veces te
acerca a la respuesta y no el saber. Ah y cuando leí de pequeña “El
Principito”, creí que lo había entendido. Cada vez que lo vuelvo a leer siento
lo mismo, pero lo vuelvo a leer. Es de esos libros eternos, extemporáneos.
Carol Cukier
Leí “Los detectives salvajes” de
Bolaño cuando estaba por mudarme a Mérida, no olvido el amor por mi ciudad,
cien años de soledad el primer mes en Mérida, comiendo tierra.
Carmen López Barrón
Cuando termine una relación leí
"hojas de ruta" de Jorge Bucay.
Astrid Rodríguez
Faltando un capítulo para terminar de leer
"Silencios" se me extravió el libro.
Briceida Cuevas Cob
A los 12 años me enamoré perdidamente de Pablo Neruda, leyendo su autobiografía Confieso que he vivido.
Malena Durán
Releí "El encanto del erizo" antes de mi cirugía. Me da ánimo pensar en los muchos libros que aún tiene que este René.
René Romay
Cuando leí el "Pequeño hombre" era un niño y entendí que iba a crecer.
Chacho Siller
Empecé y terminé de leer a la Reina del Sur debajo de una palmera en Isla Mujeres.
Rocío Chaveste
Hace unos años hubo un pequeño incendio cerca de mi casa en la urbanización donde vivo y nos evacuaron a todos, yo lo único que me llevé fue un libro chiquito en piel y muy antiguo de 1831 titulado "Rinconte y Cortadillo" de Cervantes. No sé me podía haber llevado las cosas de valor como joyas y demás pero sólo pensé en coger mi libro y salir corriendo. Luego afortunadamente no pasó nada y cuando volvimos todo seguía en su sitio.
Alicia Carrasco
A los 12 años me enamoré perdidamente de Pablo Neruda, leyendo su autobiografía Confieso que he vivido.
Malena Durán
Releí "El encanto del erizo" antes de mi cirugía. Me da ánimo pensar en los muchos libros que aún tiene que este René.
René Romay
Cuando leí el "Pequeño hombre" era un niño y entendí que iba a crecer.
Chacho Siller
Empecé y terminé de leer a la Reina del Sur debajo de una palmera en Isla Mujeres.
Rocío Chaveste
Hace unos años hubo un pequeño incendio cerca de mi casa en la urbanización donde vivo y nos evacuaron a todos, yo lo único que me llevé fue un libro chiquito en piel y muy antiguo de 1831 titulado "Rinconte y Cortadillo" de Cervantes. No sé me podía haber llevado las cosas de valor como joyas y demás pero sólo pensé en coger mi libro y salir corriendo. Luego afortunadamente no pasó nada y cuando volvimos todo seguía en su sitio.
Alicia Carrasco
Mientras leía “Una vida con propósito” de Rick
Warren conocí a un grupo de amigas que hasta la fecha tengo el privilegio de
disfrutar. Leí “Diario de una pasión” a
bordo de un avión, mientras me dirigía a reencontrarme con mi papá en San
Francisco, California., después de siete años de no vernos.
Nimsi Catzim
Empecé a leer Demian
pero mientras leía él se desenamoraba de mí.
Él ya no esta conmigo. Y ahí tengo en mi mesa
el libro a un costado de mi cama, el cual dejé de leer,
pero mientras el tiempo no pase sobre mis recuerdos,
el libro ahí esta, siento que me observa en las noches o cuando
hago algo... me recuerda que él me dejó.
No sé si es muy tonto, pero cada libro que leo
se queda con la felicidad o el dolor por el que pasé
y así es como Demian aún me observa
en mi cuarto, esperando, cuando me atreveré a abrirlo.
Maru Fitzmaurice
Empecé a leer Demian
pero mientras leía él se desenamoraba de mí.
Él ya no esta conmigo. Y ahí tengo en mi mesa
el libro a un costado de mi cama, el cual dejé de leer,
pero mientras el tiempo no pase sobre mis recuerdos,
el libro ahí esta, siento que me observa en las noches o cuando
hago algo... me recuerda que él me dejó.
No sé si es muy tonto, pero cada libro que leo
se queda con la felicidad o el dolor por el que pasé
y así es como Demian aún me observa
en mi cuarto, esperando, cuando me atreveré a abrirlo.
Maru Fitzmaurice
Y por último, mi testimonio:
Tendría cinco o seis años. Estaba en
pre-primaria. Me pregunto a quién se le habrá ocurrido poner “El almohadón de
plumas” del escritor uruguayo Horacio de Quiroga en un libro de texto para
niños. Me impactó tanto que recuerdo con memoria fotográfica la mañana soleada
de aquel día, porque una de las ventanas del salón estaba abierta, y el sol se
echaba cerca de mi pupitre como un león adormilado. Me basta cerrar los ojos
para volver a aquel momento, y mirar la
única ilustración que tenía el relato, en tinta azul.
Tal vez éste sea mi primer recuerdo ligado a
la lectura y me acompañará el resto de la vida. Eso sucede con algunos libros: nunca
se terminan, aunque hayamos llegado al punto final.
Un día de estos voy a cometer la osadía de
llamarle a Fernando del Paso para darle las gracias por acompañarme como lo ha
hecho con Palinuro y Estefanía. Tengo que decírselo, porque me ha dado horas de
absoluta fascinación. Su sabiduría me hace feliz, su destreza narrativa me
despierta admiración, su vocabulario curiosidad, interés. Quiero saber, quiero
conocer, quiero entender. Quiero escribir. Y lo mejor: quiero seguir leyendo.
Muchas gracias.
Texto leído el jueves 14 de marzo
de 2013
en el 5º Congreso internacional de UC-Mexicanistas
“Lectores somos y en la FILEY andamos”.
Mérida, Yucatán. México.