Ilustración de Ian McKinnell |
Fue un domingo de abril. Yo estaba de paso por el DF y llegué a ese piso alto casi de manera improvisada. ¡Bendita suerte la mía! porque aquel día cantamos todo lo que se nos ocurrió a los que ahí estuvimos. Creo, más bien, que cantamos todo lo que cada quien sabía. Siempre recuerdo con asombro que las manos de Félix nunca expresaron fatiga. Era una canción tras otra, tras otra... ¡y él se las sabía todas! Yo no conocía el calibre de músico que tenía enfrente... hasta que en algún momento, cuando la guitarra pasó a manos de Gabriela García (que por entonces, al igual que Félix, era músico de Tania Libertad) conversamos de la vida, de su Perú natal, de música y de los horarios excéntricos en los que trabajó cuando fue músico de Joaquín Sabina.
Hace rato leí en el muro de la cantante Malena Durán que Félix murió hoy, un domingo como aquel día que lo conocí. Pensé en el reloj cu-cú... saliendo una y otra vez mientras todos cantábamos felices mientras él enhebraba canciones con una destreza que jamás he vuelto a hallar en nadie. Recuerdo su mirada peruana tras el cristal de sus lentes: va mi mejor recuerdo por ti, Félix Casaverde.
Una de las cosas que platicamos en ese sofá era que yo quería aprender a tocar guitarra. He aprendido un poco. Y hoy, que han pasado seis años de esa noche, va una canción por él, a donde quiera que esté, a esa otra dimensión donde uno la pasa bien, a manera de agradecimiento por esa noche inolvidable...
♫ Déjame que te cuente, limeño...
ahora que aún perfuma el recuerdo,
ahora que aún se mece en un sueño... ♫
Cu-cú...
Y apenas vamos por la primera...