Es lo mismo de siempre:
¡Así que este hombre está muerto!
¡Así que esta voz
delgada como el viento, hambrienta y huracanada
como el viento,
es la voz de nadie!
¡Así que esta voz vive más que su hombre,
y que ese hombre es ahora discos, retratos, lágrimas, un sombrero
con alas voladoras enormes
—y un bastón—!
¡Así que esas palabras echadas sobre la costa plateada de Varadero,
hablando del amor largo, de la felicidad, del amor,
y aquellas, únicas, para Santa Isabel de las Lajas,
de tremendo pueblerino en celo,
y las de la vida, con el ojo fosforescente de la fiera ardiendo en la sombra,
y las lágrimas mezcladas con cerveza junto al mar,
y la carcajada que termina en punta, que termina en aullido, que termina
en qué cosa más grande, caballeros...
... escribió Roberto Fernández Retamar en su libro Historia antigua y cae al día de hoy como anillo al dedo porque un 24 de agosto nació Benny Moré: hoy cumpliría 90 años.
"Moré, quien murió a los 44 años, siempre tuvo vocación por la música; lo decía él y lo confirmó su madre, quien contaba que a los seis años Bartolomé sujetó un carrete de hilo a una tabla para simular las cuerdas de una guitarra" —dice la nota que publicó La Jornada hoy.
¡Ñó! Quien le hubiera dicho el destino que tendría esa guitarra improvisada... ¡Así que esta voz vive más que su hombre!, dice Retamar y le hago coro y comparsa. Cierto. Así ha sido y así será, y seguiremos bailando mambo las mexicanas, bonito y sabroso, moviendo la cintura y los hombros, confundiendo a quien nos mire y dude por momentos si somos de La Habana o de algún rincón de México en el trópico.