Por Alejandro Fitzmaurice (1980). Escritor mexicano.
Audrey
El encantador, primer acto
Fade in:
He terminado el guión, la escena de nuestro beso. Ahora quiero que te desprendas de la fotografía. Lo vas a hacer. Seguirás tus pasos. Así lo he dispuesto. Esta vez yo dirijo, soy el escritor. Casi todos los del filme se han ido. Vendrás a mí, hacia el cinéfilo triste que aprendió a quererte tarde, demasiado tarde. Sólo yo he quedado. Espera. No hay que apresurarnos. Pronto volverás a la vida. Quiero que estés tranquila. El despertar será apacible. Así lo he ordenado. A tu regreso, cambiaremos el final. Arreglaremos juntos el tercer acto. Volveremos a la calle de Nueva York. Lloverá para nosotros. Por nuestro beso lloverá. Esta vez, le enseñaremos al público (también al imbécil de Edwards) que la película no acaba. Que a ti te pertenece la eternidad en la pantalla, tus finales felices son para siempre. Ahora sé que sólo las estrellas te merecen. Por eso, esta vez, no valdrán la pena los diamantes. Olvídate de Tiffany’s. Pronto volverás. Estaré entre las sombras, con el gato en brazos, bajo la farola del parque que he descrito antes del corte. Como Paul, también visto una gabardina café. No quiero que el mundo te parezca tan extraño. Requiero tu dulzura. Y ahora me adelanto. Camina, rompe la foto, sigue tus pasos. He terminado el guión. Voy a esperarte, Holly.
Despierta.
Corte
Grace
Tu reino, segundo acto
Abre en:
Plano a plano te recorreremos. Tus ojos tienen edicto, princesa. Acaso con un simple guiño, sin alterar tu voz de cuento, que deje de soplar al viento ordenarías. El peinado, tu rostro, la escena del inicio no debe estropearse. Ya sabemos que bajo tu pecho un mar gobernado descansa. Eso, lo montaremos diez minutos antes del final. Ahora mismo, nos interesa el amanecer de tu cuerpo, fotografiarlo. Por eso, el segundo punto de inflexión será saber de cierto si en tu boca hay carnavales. Ya han encendido las luces. Antes de empezar, debemos confesarte algo. Cuando ofrecimos el guión, exigimos que en tus diálogos no hubiera tregua de poesía. Y sólo los juglares levantaron la mano. Las cámaras están encendidas, prepárate. El filme será tu cuerpo, el verdadero reino. Luces divina, Grace. Escucha, ni siquiera hemos tenido que pedir silencio en el estudio. Ésos son los mandatos de tu belleza.
Estamos listos.
¡Acción!
Corte
Marilyn
Juez y parte, tercer acto
Abre en:
Por salirte perfectas las posecitas vulgares. Por llegar siempre tarde. Por tu lápiz de labios siempre de un rojo común. Por no saber con certeza si cantabas. Por siempre portarte como una empleadita de tienda. Por jamás dejarte de poner nerviosa ante la cámara. Por nunca creértela. Por tu ingenuidad. Por tu boquita lengua larga. Porque todos te vieron la cara. Por tu siempre eterno cuerpecito de adolescente con las glándulas desbocadas, que seguramente, y más de una vez, te salvó de repetir la toma. Por intentar tomar clases de arte. Por tus diálogos que no recordamos y por tus piernas inolvidables. Por el cuadro de Warhol. Por tu sonrisita ingenua.
Por eso te amamos.
Fade out
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