Sobre las sirenas
Ni redes de oro ni arpones de plata. Así no cazarán ninguna sirena. Nada de músicas; el rumor del mar las vuelve sordas a las débiles musiquitas terrestres. Tampoco alhajas: prefieren las madréporas y los corales. ¿Visiones? ¿Dinero? ¡Qué candor! Las Sirenas viven desnudas y, en cuanto al dinero, ¿qué harían con papeles mojados? Monedas, quizá, pero sospecho que las confundirían con joyas y ya les advertí que desprecian las joyas de metal. Para cazar una sirena hay que hundir el barco. Hasta el fondo del mar, si es preciso. Hasta que la quilla repose sobre la negra arena del fondo, en medio de la oscuridad y del silencio. Es riesgoso, lo sé. Se corre el peligro de que el barco no vuelva más a la superficie. Pero si vuelve, en su arboladura, enredada en las jarcias, habrá una sirena.
Marco Denevi
(Argentina)