Maculí en flor

Maculí en flor


Por Addy Góngora Basterra. 

Ayer salí del banco y me subí al coche pensando en contar dinero. Di la vuelta y frente a mi surgió el deseo de contar la rosa seducción de un maculí en flor.

Detuve el auto. Me bajé.

De estar sentada en la silla acojinada del banco esperando mi turno en ventanilla, me fui a sentar a los tablones de un banco verde bajo el árbol, sin nada que esperar y con mucho por disfrutar, porque la tarde estaba hermosa y porque la banca y yo estábamos solas.

Me senté y miré hacia arriba, flores rosas en racimos me alegraron las pupilas; olvidé la prisa. Vi a gente pasar; tras el cristal de sus vehículos algunos miraban el árbol. Pocos pueden ser indiferentes a su belleza. Mientras veía la copa desde abajo, pensé en cómo sería la ciudad y él ánimo de quienes la habitamos si hubiera más árboles como éste en banquetas y avenidas. En cómo la vida sería distinta si tuviéramos más cuidado, si no podáramos por mero capricho, si amorosamente procuráramos. Creo que seríamos un poco más felices con la alegría gratuita de la vegetación: la naturaleza puede ser un espectáculo.

El Maculí es una sirena vegetal que canta en todo su color. Cuenta “La Odisea” que Ulises sólo resistió el canto de las sirenas sin arrojarse a las aguas porque estaba atado al mástil. Nosotros llevamos el cinturón de seguridad cuando vamos al volante; atados a nuestros asientos llevamos prisa o dinero por entregar o hijos que apresuran el trayecto o responsabilidades que no pueden esperar o besos urgentes de besos. Y no nos bajamos. Y dejamos pasar de largo un momento que no vuelve.  

Pero ahí, tras el cinturón de seguridad, con seguridad puedo decir que quienes miran ese árbol no pueden evitar un pensamiento de hermosura: “Vi un árbol precioso”, tal vez escriba un conductor por mensaje de texto... o se lo diga por la tarde a su amor… o lo publique en Facebook con todo y foto… o lo mande por email… o lo escriba en un blog: Vi un árbol precioso.  

Y nos llevamos en la memoria —como se lleva un olor, el estribillo de una canción, un nombre amado repetidamente pronunciado— esos pétalos que luego son alfombra…  el estallido rosa que, con paciencia de años, nos comparte en dosis de florida belleza,  el árbol.