Danzón


Danzón de Manuel Zardain, pintor veracruzano.



De Roberto López Moreno.
Poeta chiapaneco.

La amarga mar del Caribe
cruzó con el cuerpo ardiendo.
Su corazón de timbales
alumbró Puerto Progreso
y a Mérida caminó,
lumbre que iba tierra adentro.
Ya le llamaban Danzón
y Danzón nos fue creciendo.

Ay Danzón del corazón,
del salón al arrabal
maestros de la tonada
cúanto regusto me dan,
tumba, tumba
y tumba y son,
bom y bom...
y riacatán.

Pero aún iba a bordear
los litorales del tiempo
y por las costas del Golfo
fue bajando, hondo, lento;
en Campeche, trovador;
en Tabasco, marimbero,
en Veracruz, todo junto
a no caber en el viento.

Y México, capital,
supo de su advenimiento:
fandango de Santa Anita,
Canal de la Viga y, luego
de Ixtacalco al California
fue inventando pasos nuevos
y se subió a los volcanes
para ver bailar al pueblo.

Juarez no debió de morir,
¡Ay! de morir...

¿Qué cómo llegó hasta Chiapas?
Secretos de tiempo y viento,
alas que arden los sonidos,
golondrina en pleno vuelo
que va describiendo su arco
al pentagrama del cielo
para que Esteban Alfonzo
lo haga el eco de su ensueño.

Nos trajo la mar amarga
este modo de sabernos,
zumo endulzado con caña
de amargos blancos y negros
y aquí con amor le hicimos
su más alto monumento.

De la clave a Caridad
en Cuba, con otro texto,
surgió la clave a Martí,
en charangas y troveros.

Un verso de dicha clave
fue sumado al nuevo ingenio
y así adornó sus compases
nuestro danzón más completo
prendiendo desde la espuma
dos historias y un encuentro.

Juarista en verde plumaje,
quetzal de luz chiapaneco,
Danzón que va retumbando
por las veredas del pecho.
Va don Esteban Alfonzo
inventándose en lo eterno.

Ay Danzón del corazón
del salón al arrabal
maestros de la tonada
cúanto regusto me dan...
tumba, tumba
y tumba y son,
bom y bom...
y riacatán.

Y así ha llegado rodando,
desde el mar hasta tu cuerpo,
a tu piel de buganvilias
donde la selva se ha hecho
tecla de piano y marimba,
suspirito comiteco.

Un fragor de flamboyanes
anida lumbre en tus senos,
río nocturno que te lame
con su música de verbos
y el “no debió de morir”,
suave, tibio, hondo, lento,
prende volcán repentino
reventando en lava ardiendo.
“No debió de morir”, cantan
la mar amarga y el cerro.

Retumbar de paila y paila,
timbal y machete arrecho,
golpe de Danzón quemando
los pistilos del deseo,
que sube hasta tu cintura
desde el mar hasta el mareo,
y de esa la mar amarga
muele la sal de los cuerpos.

Arde, Sur de don Esteban,
Danzón que en este momento
nace libertad que danza
con la libertad del fuego.

Juárez no debió de morir,
ay de morir...

Nace libertad del alma
a la libertad del viento.



Roberto López Moreno (1942) es chiapaneco.